Plaza bien agradable, la de El Bibio. La marquesa -nuestra marquesa- con flor amarilla en el ojal. Tres cuartos de entrada. Precios de ópera. Tonto madrileño con balcones a la calle en el tendido: ensarta tópicos como los de Villarcayo los chorizos. Acusa al Cid de no matar más que juanpedros. El Cid está en Cid, y eso incluye la izquierda soberbia y la espada blandiblú. La crítica greñuda asoma por un balconcillo, acezante. Talavante hace cosas de mucho mérito en su segundo, sin eco popular. Luque, que tiene más trazas de motero que de torero, es la demagogia pasada por un apoderado con despacho: es muy malo (el torero, no el apoderado), y el público le da las dos orejas porque es la única manera que tiene el público de darle puerta.
-¡Luque, puerta!
Y con Luque salimos todos.
(Recuerdos de Pirri para José Ramón.)
-¡Luque, puerta!
Y con Luque salimos todos.
(Recuerdos de Pirri para José Ramón.)