miércoles, 12 de junio de 2013

Sobre el allanamiento de las moradas taurinas


 La raya colorá


El artista adolescente


El artista de verdá



Moeckel

José Ramón Márquez

Es impresionante lo de este final de ferias de Madrid.

 Y no es que uno esté mirando los portales esos que Dios confunda, ni mucho menos, que con andorrear  por cuatro bitácoras de gente sensata y decente ya basta, pero también es verdad que los latiguillos del tuiter sirven al menos para ir husmeando lo que pasa y lo que se cuece.

Por lo visto en estos días ha habido dos cosas dignas de ser reseñadas. Una es la «interview» que le hizo el Dr. Zaius, ese radiotelevisivo de pelo negro ala de cuervo que anida sobre la puerta de arrastre, a Old Choperon, padre o Father de su hijo o Son, en  la que el viejo dijo que esto se acaba.

 Muchos lo han tomado por la tremenda y airadamente, agresivamente, le han espetado a Father que el que se acaba es él, que por delante sólo tiene pasado, que sus días han sido contados y sus actos han sido pesados y que en ellos lo inicuo resultó de mayor entidad que lo virtuoso. Le han llamado de todo y nadie se da cuenta del enorme, profundo, homenaje que hace con sus palabras a la pura Historia de la Tauromaquia y cómo en esa simple aseveración Choperón se pone en el lugar del anónimo periodista que clamaba hace ya casi dos siglos porque con la retirada de Montes y la ausencia por enfermedad del Chiclanero el fin de la tauromaquia en España se vislumbraba como algo muy próximo. Un gran guiño de Choperón Father para quien lo haya sabido interpretar, que en el fondo apuesta por señalar el vigor de la Fiesta.

Y en el otro lado el enredamiento letrado. Volemos hasta este ardillesco Joaquín Moeckel que ahora nos sale en defensa del allanamiento de las moradas taurinas, de la estrategia terraplenadora a base de John Deere de ese Morante de La Puebla que se ha empeñado en proporcionar a los ruedos de España un alisamiento que él mismo no demanda ni a sus propios cabellos ni a su oronda figura.

Salta Moeckel con que la jiba de las Plazas es muy mala para torear. Pongamos Madrid. Si con esa jiba toreó César Rincón, si toreó Manolo Vázquez, si toreó Antonio Chenel, si toreó Julito Aparicio, si toreó El Cid, si hasta el Paula toreó con la jiba que puso Manolo Chopera en Las Ventas, y sus razones tenía para ponerla, ¿quiénes son Morante o Moeckel para decir que con jiba no se torea? ¿Le estorbó la pendiente a Moeckel cuando sacó a El Cid a hombros por la Puerta Grande de Madrid? ¿Qué sabe Morante lo que es torear, si Morante no ha toreado en su vida como alguno de los nombres que se han escrito más arriba? ¿Qué sabe sobre qué se necesita para torear en Madrid? Es muy sencillo: por ejemplo, podemos decir que torear es tener una verdad que decir, y decirla, y, visto así, nuestro joseantonio, por más que jure decir la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad, nunca ha traído a las Ventas verdad alguna, sólo cálculo, teatro aflamencado y ventajilla.

Pero es que además a ese hombre nada le va bien: que si los toros tienen cuernos, que si mira qué culata, que si el ruedo está muy alto, que si yo con rayas blancas no toreo, que si que se calle el Paula que está sentado en el siete, que si mis cuates mexicanos sí que saben de esto... ése es el retrato de Morante.

Y luego, en la misma deriva del lío ése del allanamiento, del alisado japonés, clama Moeckel contra el hecho de que hayan de concurrir tres veterinarios para aceptar un toro y, en cambio, haya un sólo médico por cada cincuenta enfermos... demagogia comprada en los Chinos, pues la capacidad de fraude que se puede cometer en la oscuridad, reserva y soledad de una corraleta no es comparable a la que se puede cometer frente a un jubilado con osteoporosis. Tres veterinarios, Moeckel lo sabe, constituyen un sabio contrapeso entre ellos, que aleja razonablemente la posibilidad del enjuague, como se desprende de las informaciones y las fotografías que están apareciendo por todas partes sobre los toros que no convinieron para la Beneficencia.

Aquí, por lo que se ve, todo el mundo tiene algunos ases en la manga. Morante quiere que se hable de él, quiere cultivar una imagen de extravagante, de genio un poco ido, pero todo en él es cálculo.

Por fortuna, el otro día en Las Ventas estaba el Paula con su toallita al cuello para demostrar, a quien no la conozca, la diferencia sustancial que existe entre lo auténtico y lo falso. (Que cuando detuvieron al Paula, si no llega a ser por Arroyo, el gitano aún seguía en el calabozo.)