J. B. huracanado
(Colección Look de Té)
Jorge Bustos
Al conocer su derrota, Romney, que no es precisamente italoamericano, reaccionó sin embargo como Bonasera suplicante ante don Vito y sentenció:
—Creo en América.
Le faltaron arrestos para continuar: “América hizo mi fortuna y he dado a mi hija una educación americana...”. Lo bueno de ser una nación joven es que en ellas nadie se ha cansado todavía de la bandera y a todos les resulta decorosa la devoción patriótica vigente, por lo que uno puede ahorrarse los servicios de un caro escritor de discursos recurriendo a la prosopopeya, tropo que la retórica destina a la personificación de un ente animal o inanimado. En la prosopopeya se basa por ejemplo el animalismo para reclamar los derechos humanos de los toros. Y en la prosopopeya se basó Romney para tragar el bolo amargo de la derrota, que sin embargo no le exigirá tantas tragaderas como a Obama la mayoría republicana en la Cámara de Representantes.
Obama, en todo caso, ya ha entrado en la Historia. Y no por ser negro únicamente. Ha entrado en la Historia porque es el primer candidato que durante la campaña, en vez de besar bebés en Ohio o comer frijoles en Nuevo México como se ha hecho toda la vida, contrató personalmente un huracán para ganar unas elecciones, pues todos los analistas coinciden en que ha sido Sandy el que ha decantado a su favor tan apretados comicios. El precedente que sienta es terrible, señores. Si cunde el ejemplo –y no podemos dudar que un político es capaz de cualquier cosa por ganar unas elecciones–, asistiremos a una proliferación de seísmos, tsunamis, erupciones y macroconciertos de música electrónica que brindarán al aspirante de cualquier democracia la vistosa coyuntura que necesita para probar su liderazgo, su empatía facial con los damnificados, sus convincentes llamadas a la unidad y la decidida fe en el futuro del país, sea este el que sea.
—Oiga, que lo que dio ventaja a Obama no fue el huracán en sí sino la gestión del mismo —aducirán los escrupulosos.
—Creo en América.
Le faltaron arrestos para continuar: “América hizo mi fortuna y he dado a mi hija una educación americana...”. Lo bueno de ser una nación joven es que en ellas nadie se ha cansado todavía de la bandera y a todos les resulta decorosa la devoción patriótica vigente, por lo que uno puede ahorrarse los servicios de un caro escritor de discursos recurriendo a la prosopopeya, tropo que la retórica destina a la personificación de un ente animal o inanimado. En la prosopopeya se basa por ejemplo el animalismo para reclamar los derechos humanos de los toros. Y en la prosopopeya se basó Romney para tragar el bolo amargo de la derrota, que sin embargo no le exigirá tantas tragaderas como a Obama la mayoría republicana en la Cámara de Representantes.
Obama, en todo caso, ya ha entrado en la Historia. Y no por ser negro únicamente. Ha entrado en la Historia porque es el primer candidato que durante la campaña, en vez de besar bebés en Ohio o comer frijoles en Nuevo México como se ha hecho toda la vida, contrató personalmente un huracán para ganar unas elecciones, pues todos los analistas coinciden en que ha sido Sandy el que ha decantado a su favor tan apretados comicios. El precedente que sienta es terrible, señores. Si cunde el ejemplo –y no podemos dudar que un político es capaz de cualquier cosa por ganar unas elecciones–, asistiremos a una proliferación de seísmos, tsunamis, erupciones y macroconciertos de música electrónica que brindarán al aspirante de cualquier democracia la vistosa coyuntura que necesita para probar su liderazgo, su empatía facial con los damnificados, sus convincentes llamadas a la unidad y la decidida fe en el futuro del país, sea este el que sea.
—Oiga, que lo que dio ventaja a Obama no fue el huracán en sí sino la gestión del mismo —aducirán los escrupulosos.
Seguir leyendo: Click