Las postrimerías de San Fernando
Virgilio Mattoni
Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
En poderosa entrevista de Joaquín Soler Serrano para Televisión Española, allá por el 77, admite Dalí (“¡Oh Salvador Dalí, de voz aceitunada!”) que los pintores son, en general, tontos, y que menos mal que él es escritor, porque los escritores son más inteligentes.
Dalí es, pues, el ciego (pintor) de Quevedo llevando a un cojo (escritor) al hombro:
–Las dos cosas más afortunadas que pueden acontecer a un pintor son: primero, ser español, y segundo, llamarse Dalí. Ambas han convergido en mi persona.
Barceló, el Picassín de aquel tiempo bobo que fueron los 80, sale al encuentro del genio, y a esa hora de favor que tiene el mamoneo político se declara partidario de la independencia de Cataluña.
–I les Illes també!
Las Baleares también.
–Cómo envidio su sobredimensión del ego –escribe con socarronería baturra Pepe Cerdá del colega Barceló–. Yo jamás podré mirarme a mí mismo con esa prosapia sin partirme de risa. Hacer desde el descreimiento es mucho más duro. Es como soñar despierto, sin estar loco.
Barceló ilustró la “Divina Comedia” para el Círculo de Lectores y presumía de no haber leído un puto terceto de Dante, para evitar influencias, decía él, cosa que celebraba mucho el periodista de la sección de cultura del periódico que lo patrocinaba.
Del gotelé intelectual de Barceló jamás caerá una gota de amor al arte como derramó Dalí:
–San Juan es el Velázquez de la poesía. Yo soy el único que es genio y santo. Mi vida es muy semejante a la de San Agustín. Claro que Las postrimerías de San Fernando (Virgilio Mattoni) es un cuadro milagroso. Se ve la Sagrada Forma de perfil. Es una línea y se ve redondo. ¿Comulgaría usted con esa Sagrada Forma? Pero Fortuny, Fortuny es el genio. Picasso estaba acorralado por los políticos. Todo el arte moderno empieza en Fortuny. Goya, al lado de Velázquez, no pasa de ser un caricaturista. La cadera de Gala es el principio y el fin de todas las cosas…