No sé cómo pueden ustedes estar pensando en las elecciones del domingo cuando falta un año, a lo sumo, para que el Gran Colisionador de Hadrones sito en Ginebra encuentre o no la partícula de Higgs y por tanto confirme o falsee, en terminología popperiana, el paradigma científico que actualmente describe el equilibrio de fuerzas entre las partículas elementales. De todo esto se enteró uno gracias a la conferencia que el premio Nobel de Física holandés Gerard ‘t Hooft impartió ayer en la Fundación BBVA que ocupa el Palacio del Marqués de Salamanca, una chocita de lo más socorrida donde no nos importaría recibir una conferencia cada mañana, con sus cruasáns y sus saladitos. Y cómo reluce esa mesa de caoba de la sala de juntas, en su reflejo a cualquiera se le pone cara de triple A.
Hooft está considerado uno de los físicos más importantes de las últimas décadas. Aquí siempre nos acordamos del chiste de la mujer con el mejor físico del mundo, un link que circula por Internet y que, cuando lo pinchas, no remite a un ángel de Victoria’s Secret sino a la oronda esposa de Albert Einstein. Hooft, a quien no imaginamos anunciando pan Bimbo, gasta mostacho cano a lo Toxo y cortinilla capilar a lo Pepe Oneto, pero nos pone unas diapositivas abstrusas sobre la estructura de la materia para las que no encontramos comparación. Él sí la encuentra, que para eso es premio Nobel: al parecer el bosón o partícula de Higgs ejerce de árbitro en el apasionante mundo del comportamiento subatómico, y su descubrimiento equivaldría al hallazgo definitivo del eslabón perdido entre primates y humanos, y no vamos a llevarle la contraria. Nuestro científico se asoma al átomo como un paparazzo a un cortijo marbellí, que ya hay que ser curioso, y trata de participarnos su entusiasmo: “Veo la naturaleza como un rompecabezas que debo recomponer”, sostiene, echándose el universo a las espaldas del mismo modo que Xabi Alonso se arroga el germen del juego ofensivo del Madrid...
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