Francisco Javier Gómez Izquierdo
He hecho aquí referencia de mi buena predisposición hacia Moncalvillo de la Sierra y sus gentes. Como casi todos los años, me he dado un paseo a la manera que lo hacían sus naturales cuando yo era mozo y no había tanto coche y el autobús de "la Serrana" los dejaba en mi pueblo y tenían que hacer los 6 kilómetros andando con sus bolsos a cuestas. Aquel camino lo asfaltaron los emigrantes para poder llegar con sus "haigas" al terruño, y es que hay mucho moncalvillano por el "mundo alante". Esta circunstancia también la apunté en su día, y como quería dar fe del poco miedo a buscar fortuna de mis vecinos, con mi modesta cámara el otro día saqué unas fotos para ilustrar mi respeto y admiración hacia los nacidos en un pueblo donde acaba la carretera y donde ¡válgame el cielo! no hay ni cantina... Lo que sí hay es un río que nace en medio del pueblo, unos pequeños huertos espectaculares, y la tumba de unos héroes desconocidos.
Los vecinos de Moncalvillo no tienen ni idea de la existencia de este secreto admirador, ni de que mi interés nació cuando un primo mío que enseña inglés en Madrid, de visita en el Nilo, encontró un guía que se resistía a nombrar su pueblo por la imposibilidad de que fuera conocido, aún cuando mi pariente le confesó ser burgalés.
-Mi pueblo es muy chiquito. Se llama Moncalvillo.
Mi primo Rosendo, que antes que profesor fue dominico, se hizo de cruces y celebra la anécdota como la más curiosa que le haya sucedido, y así, cuando lo del 11-S en Nueva York, fue el único español que no se sorprendió de que hubiera un moncalvillano en las torres gemelas. La verdad, es que nadie en España creo que esté enterado.