viernes, 6 de julio de 2012

Tocando los bosones


(El bosón de Higgs es la pelota del tejado)

Jorge Bustos

Se ríen del bosón porque está buena. El bosón en realidad es Aznar. Que venga Higgs y lo vea. Espuma de bosón traída de El Bulli. Los cojones de Ramos contra los bosones de Higgs. Y para chanzas similares dio entre nosotros el día histórico de ayer. Lo siguiente es celebrar el gracejo proverbial del bienhumorado pueblo español –que a la vez es el más fatalista de los pueblos, porque en realidad una cosa lleva a la otra, como decía Paz de los mexicanos, a quienes el desprecio de la vida conduce al desprecio de la muerte–, y aderezar el tópico con la displicencia idiosincrásica con que Unamuno exoneraba a nuestro volkgeist de la I+D:

Que inventen de ellos.

La suficiencia científica –sobre todo cuando acierta– mueve en España a la mofa blasfema de los vitalistas y a la severidad sacral de los positivistas, que se tienen por abogados reparadores de Giordano Bruno sin advertir que, clamando contra el oscurantismo recalcitrante cuando nos burlamos de un bosón, no hacen otra cosa que remedar a las mujeres barbudas locas por lapidar de La vida de Brian, sólo que diciendo Higgs donde la película decía Jehová. Unos creen que el amor son endorfinas y otros que los ángeles nos aprueban los exámenes. Lo cual prueba que aquí nos relacionamos de simétrica manera con la ciencia que con la religión, invirtiendo cirios y garrotes según los temperamentos. Ortega, viejo zorro, fundió ambas actitudes para formular el raciovitalismo como filosofía propia del Mediterráneo.

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