José Ramón Márquez
Odia al deporte y compadece al deportista. Nunca entendí el deporte. Ni en los remotos días en que uno se afanaba en tratar de sacar el bachiller fui capaz de ilusionarme con los ídolos del balompié, desde Gento hasta Gárate, ni del ciclismo, de Ocaña a Merckx. Los únicos recuerdos deportivos que guardo de la infancia son con el noble arte, Luis Folledo, Pedro Carrasco, el Morrosko, Clay… y hasta Uzcudun, que a veces le veíamos paseando por la calle muy viejecito y decíamos llenos de admiración por aquel ancianete con abrigo: «Peleó en el Madison Square Garden contra Joe Louis».
A diario veo a decenas de personas estropeando su salud a base de innecesarias carreras, que el soldado de Maratón las palmó nada más dar la buena nueva -ni un solo ser de la Creación corre sin motivo, salvo el hombre, especialmente el urbanícola-, veo los deprimentes efectos que la escuela del deporte, del resultado y de la competición ejercen tanto sobre los niños como sobre los que adquieren botellines por cubos en bares del extrarradio, veo la falta de decencia que se contiene en todos esos mejunjes que se toman para rebañar un segundo en una carrera que no es una carrera, sino un espectáculo y, la verdad es que me alegro de que todo ese circo no venga a mi ciudad.
Y luego están los toros, que son la afición de uno. Por los toros es por lo que más me alegro de que la Olimpiada se la hayan dado con todo merecimiento a Tokio, ciudad que dista de Madrid unos doce mil seiscientos kilómetros, porque lo único que sabía a ciencia cierta de los dichosos Juegos Olímpicos es que serían la excusa para poner una boina definitiva a la Plaza de Las Ventas y para enfangar, aún más si cabe, la depauperada temporada madrileña que se tendría que plegar a las necesidades de la construcción de la dichosa cubierta y a las exigencias de los técnicos olímpicos, dado que tenían pensado usar La Monumental como sede de las competiciones del baloncesto, como si no hubiese otro sitio.
Ahora, por mi parte, si quieren ya pueden meter el baloncesto en el estadio del Sumo ése donde se aporrean dos gordos.
東京おめでとう*
*Enhorabuena Tokio