Hughes
Abc
Alguien dijo que el secreto de un discurso es tener un buen comienzo, un buen final y nada entre medias. Desde luego, la tarea de escribir prosa se ha aligerado sensiblemente tras el discurso de Ana Botella. Porque la critican mucho, pero ya quisiera yo ver a Obama defenderse con el «relaxing café con leche». El discurso era un horror de forma y fondo, pero los que la critican no hacen sino reproducir el tradicional comportamiento por el que los españoles no nos lanzamos con el inglés. Ella se mostró expresiva, casi entusiasta, sin miedo al ridículo y el español, demasiado canalla para hablar idiomas, se le carcajea. Lo mismo le hicieron a Aznar cuando empezaba a quedársele el acento tejano. Rosa Belmonte dijo en Twitter que la alcaldesa parecía Carmen Miranda y es verdad (alguien progubernamental podría decir que parecía Sofía Vergara, pero yo no llegaré tan lejos). Había en su dicción algo latino, alegre y desacomplejado. Parecía como si quisiera llegar al inglés huyendo de la funeraria dicción castellana, pero renunciando también a la perfección british. Quiso llegar al corazón de lo anglosajón por el atajo de lo latino y creo que acertó y con ello nos abrió una puerta a todos. ¿No tiene buen inglés? Pues imite a María LaGuerta. Puede que acabemos todos hablando como John Leguizamo, pero es mejor que estar callados. A doña Ana le falló el discurso, el ruanesco café con leche (¿habrá bebida más triste?), que debió ser un mojito. El «tuenti tuenti» no será madrileño, pero hemos encontrado una pronunciación.