jueves, 6 de diciembre de 2012

El boxeador es un renacentista


Jorge Bustos

Anoche soñé que leía un manuscrito inédito de Marcel Proust. No huyan: habitualmente sueño con asuntos mucho menos elevados aunque igual de improbables, no sé, una visita de Sofía Vergara, el futuro del periodismo o un KO logrado en el último asalto merced a un directo de derecha que me aplauden a pie de ring Sergio Maravilla Martínez y Saúl Canelo Álvarez.
 
Pero el pantanoso subyo de uno no es el único lugar donde chapotean juntos literatura y erotismo, periodismo y boxeo, sino también la casa de Robin Givens, la mujer que se casó con Mike Tyson y a la que el campeón mundial de los pesados sorprendió encamada con Brad Pitt. Aunque Tyson y Givens andaban por entonces tramitando el divorcio, todavía se citaban en casa de ella para relegar a lírica pastoril el apareamiento de plantígrados visto por la National Geographic.
 
Me volví completamente loco. Estaba dispuesto a... Deberíais haber visto su cara cuando me vio —acaba de revelar Tyson en una entrevista, sin que necesitemos mayores precisiones descriptivas para imaginar el tableteo de rodillas de Pitt. Eso es que te corten el rollo y no lo de Su Majestad con Hugo Chávez.

De todos los hombres que uno querría que le pillaran con su mujer, el último es el tipo que de 58 combates profesionales en el peso rey ganó 50, 44 de ellos por nocaut, algunos sin dar tiempo a la campana de anunciar el tercer asalto (le bastaron exactamente 92 segundos para tumbar al campeón olímpico Michael Spinks en 1988). Pudiendo optar a tantas camas, el rubio le echó huevos al escoger, nunca mejor dicho, y quizá por eso haya acabado conquistando el respeto del púgil:

Espero que Brad no crea que le odio. No le odio, de ninguna manera.
 
Así que al fin puede Pitt despedir al comando albanokosovar contratado como escolta desde aquella noche para prevenir la hipotética proximidad de Tyson.
 
Pero hemos dicho que el cuadrilátero no sólo casa con la libido, sino también con la cultura. Ayer mismo, en las duchas del gimnasio oí comentar a un compañero de clase de boxeo:
 
Voy a pasar la tarde viendo una película ganadora del Festival de Cannes. Se titula Tetudas y culonas.
 
Los alumnos del campeón Jero García somos por tanto gente ilustrada, con inquietudes muy varias y ese gusto por la sabiduría popular que lleva a alguno a ponerse sentencioso de vez en cuando mientras se lava de la nariz la sangre que fluye aparatosa, fruto de una mala esquiva:

Bueno, y ahora a la calle. A la vida, donde te dan las hos... de verdad, aunque no sangres.