Abc
Al padre de un amigo mío, que era médico, le pagó un gitano con un gallo mexicano de pelea que se llamaba “Jalisco”.
Los niños, para divertirse, sólo tenían que poner un espejo delante de “Jalisco”, que se arrancaba como un Tyson. Un día le echaron una gallina, por ver qué hacía, y al cabo nacieron unos pollitos que el médico regaló a un pariente suyo que tenía gallinero, donde, en una mañana, los hijos de “Jalisco” mataron a todas las gallinas.
Eso es la casta.
Eso es lo que, en los toros, ha desaparecido de la plaza de Madrid. Por eso están muertos.
En Las Ventas había el otro día tres australianos en camiseta de boxeo. Esperaban un espectáculo bizarro y se encontraron con un muestrario de posturas de billar que los mató de aburrimiento. Les dieron gato por liebre, destoreo por toreo, Hulk Hogan por Mike Tyson, pressing-catch por boxeo…
–Cosa de la democracia –les dije.
Al toro encastado lo toreaban muy pocos, y la democracia, que se basa en mayorías, eliminó al toro encastado y totalitario para traer al toro doméstico y democrático, o mona de Pascua, al cual todo el mundo puede hacerle monerías.
Claro, que, pudiendo hacerle monerías, ¿para qué va a ponerse uno a torearlo?
La democracia ha civilizado a ese bicho que pide a gritos un velcro, porque nos produce repulsión la puya, el estoque y hasta el arpón.
–¿No eran estos los que mataban toros? –preguntó Bush cuando salimos corriendo de Iraq.
Que le pongan a Bush el “show” de “pressing-catch” de esta tarde en Las Ventas. Yo le daría mi entrada, pero, siendo “Beneficencia”, la regalé a un pobre.