El roquedal constitucional
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Otro catalán de culo cerrado (“estamos con el culo así cerrado”, dijo Sergio Ramos a Cristiano en Barcelona) al que le sale (¡hablando de Ramos!) el cojonudito español del Derecho: Roca, padre de la Constitución.
–Es imposible que alguien me diga que (el referéndum separatista) es inconstitucional. Es constitucional si hay voluntad política de hacerlo constitucional.
He ahí el secreto de todo el constitucionalismo español: hacer lo que al que mande se le ponga en los cojones (“no hay cojones para negarme a mí una TV”, fraseó famosamente un editor), palabro universal del gusto incluso de un alma tan fina como Truman Capote.
No le falta razón (a Roca, no a Capote): tenemos una Constitución “punk” porque en ella cabe de todo: es, se dijo en su día, como un fabuloso “guante Varadé”, antes de que se suicidara La Fornarina.
Parecía que nuestro constitucionalismo era cosa de botines blancos, como el flamenquito de Sánchez Mejías en la venta de La Narda o como el juego del Madrid de Sergio Ramos en el Bernabéu.
Pepín Bello contó a Cañabate la broma que un día, en Sevilla, gastaron él e Ignacio Sánchez Mejías a un amigo del Norte que quería flamenquito. Pepín, que gastaba botines blancos, dio a Ignacio la idea: ponerse todos botines blancos y decirle al amigo que ésa era la señal para que en la venta no les entrara por derecho la Narda, quien, avisado, se sentó junto al amigo, obsequiándole con miradas tiernas y palmaditas musleras.
–En esto –dice Pepín–, la Narda se acerca más al amigo y le dice muy gachonamente: “¡Que ojos más bonitos tiene usted, caballero!” El amigo pega un salto en la silla, y alargando primero un pie y luego el otro, se los metía casi en las narices de la Narda, mientras gritaba: “¡Eh, cuidado! ¡Mire usted, mire usted, que llevo botines blancos!”
La España de Mariano enseña los botines blancos a Roca con el mismo éxito que el Madrid de Ancelotti se los enseña a los árbitros.