Esperando al de Ciudad Real
José Ramón Márquez
Feria en Potes por los Santos, la más importante del año porque es la última oportunidad para los ganaderos de vender los jatos y coger algo de dinero, según están las cosas.
No es exagerado pensar que en veinte años la feria de los Santos de Potes o bien ya no tendrá ganado o bien sólo sobrevivirá por medio de las subvenciones. Lo mismo que desaparecieron las ferias de Riaño, ahora en noviembre, o la de Camaleño, en octubre. No es que ya no vaya a haber feria, si feria es que haya feriantes, sean del tipo que sean; es que el ganado parece que lleva camino de desaparecer, tal y como prácticamente ha desaparecido de Riaño, o bien se trata de mantener la feria a base de subvención, como cosa de promoción turística, tal y como ocurre en Camaleño, que ya ni se acuerdan de antes, cuando venía el ganado hasta de Portilla de la Reina o de Posada de Valdeón, subiendo por el Caben de Remoña.
La cosa es que ahora, con tantos requisitos, cada vez interesa menos a los ganaderos bajar el ganado a la feria. Con tanto saneamiento, con tanta brucelosis, con tanto confort animal, bajar un jato a la feria se pone en un pico y muchos prefieren arreglarse con un tratante de Ciudad Real que anda recorriendo todas las cuadras de Liébana y, aunque pague un poco menos, coger los cuartos y dejarse de líos.
Y luego, lo del ferial, que es de risa, porque el ganado que ha estado en los puertos, ahí arriba a lo que pase, para poder estar en la feria hay que ponerles un techo, para que los bóvidos por un día olviden lo que es la intemperie y comprendan la bondad de un oscuro burócrata que en Bruselas parió la idea de que el ganado estaba mejor bajo techado que al raso; así, de una forma suave, el pensamiento Disney ha llegado incluso hasta estos recónditos valles, que con tanta saña se opusieron incluso a la romanización.
Bueno, al menos parece ser que, este año, los que no tuvieron prisa vendieron bien antes de que empezase a llover y se volvieron a sus pueblos con los remolques vacíos y con más cuartos de los que daba el de Ciudad Real en la bolsa. Y de lo demás, todo fue como siempre, con el consabido atasco de autos que llegaba hasta La Hermida, con los de los puestos vendiendo sus mercancías y con la novedad de la parada de tudancas, que este año trajeron a unas de exposición que venían del valle de Polaciones, con sus campanos y sus guirnaldas, y le fastidiaron un poco su particular parada a Carlos Trejo, que lleva años trayendo a Potes el espectáculo de la bajada de sus tudancas lebaniegas.
No extrañaría que el año que viene se pensase el no bajar, que ya hay otros entre los ganaderos de más postín que han tomado esa decisión.