domingo, 2 de junio de 2013

Floper, ostinato







Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Florentino Pérez es Floper para las redes sociales y “ostinato” para el tercer madridismo, o madridismo por él refundado, tras el madridismo primordial de Bernabéu y el madridismo caótico de Mendoza y Lorenzo (Sanz), más un “flashback” de madridismo pachanguero (de Pachá) a cargo de un senador de Massachusetts que era de Palencia.

    Dicho en lenguaje wikipédico, “ostinato” (del italiano “obstinamento”, o empeño en repetir lo mismo: zidanes y pavones) es una técnica de composición musical que caracteriza a esa melodía del florentinismo que mece a los piperos y que hipnotiza a los ases del balón.
    
Con un balón no posa Florentino Pérez desde el 2000. El fotógrafo, Ignacio Gil, que se ha venido con uno de la tienda del Real Madrid, insiste. Nada.

    Estamos en la sede de ACS en Chamartín, entre la iglesia de los Alemanes y las cuatro torres de la Ciudad Deportiva, Figo, Ronaldo, Beckham y Zidane, el hombre finalmente destinado a interpretar la melodía florentina con un toque de “rabab”.

    En la acera hay una puerta entreabierta de Cristina Iglesias, como de entrada de los fichajes y salida de los descartes, aunque no sé si será ésa la puerta por la que haya salido Mou, que se ha ido por su mujer, se nos dice, que su mujer no aguantaba más Madrid (desde luego, un Madrid, para ella, canalla y feo), y que ya sólo vive a gusto en Londres, donde Mou, se nos sigue diciendo, va a añorar mucho, mucho, mucho las instalaciones de Valdbebas, donde Floper tiene proyectado un Disney del Madrid, que tendrá su copia en Pekín, y no cuesta figurarse a los chinos haciendo su Pilates con un video de Rui Faria.
    
El ascensor que lleva a la planta presidencial tiene diseño de ojo de cerradura, como la marca de picar en las corridas de concurso, de modo que el viajero, al llegar, ya sabe que ha de pelear contra un peto.

    ¡Como para sacarle un titular a Florentino!

    Las alfombras tienen el corte más alto que el césped del Bernabéu (no me imagino a Xavi firmando aquí un contrato) y en la decoración hay un aire muy Pepe Cobo (seguro que aquí ha estado Pepe Cobo), con una arpillera de Millares en una estancia, las torres incendiadas de Poniente sobre la nieve de la sierra (¡a 31 de mayo!) en la ventana, y en la sala de juntas, un imponente Tàpies, el pintor que sabía posar con cara de indio tomando bicarbonato.
    
“Tàpies, ostinato”, tituló José-Miguel Ullán un texto-pretexto de aquel genio con “los pies en la tierra”.
    
Pues ni que decir tiene que en el colosal Tàpies del florentinismo, donde todo, como se ve, es “ostinato”, hay el pie y la cruz de Tàpies, que podrían ser el emblema de la presidencia madridista, entre el desconcierto (¡hacerse cruces!) por la marcha de Mou y la poligrafía de las pisadas de la Historia en el Bernabéu, donde cada huella tiene una fijeza abisal.
    
De Mourinho he aprendido exigencia e intensidad. Quizá se pasó con los jugadores, pero es que consigo mismo también lo es.
    
En la mesa de Mourinho había una Biblia y en la mesa de Floper hay una Memoria contable del club.
    
Se ha ido Mou y, en lo que vuelve (la juventud blanca cree en la segunda venida de Mou –“In Mou we Trust”– con el mismo optimismo que la juventud yanqui cree en la segunda venida de Jesucristo), el madridismo espera estrellas y mira a la chistera de Floper, que tiene un labio partido de estamparse, de niño, en una valla del Bernabéu al tropezar cuando corría para celebrar un gol.

    ¿Quién celebrará goles en el Bernabéu el año que viene?

    Neymar no viene “para no alterar el ecosistema económico del club”, la cantera se ha quedado en nacionalismo para pobres y el mercado es un zoco de los días de Marco Polo atestado de jeques árabes, magnates mongoles y plutócratas chinos.
    
En resumidas cuentas: hay chistera (¡oh, aquellos ojos espirales de la serpiente en “El Libro de la Selva”!), pero faltan conejos (blancos).

    –En el 2000 el Real Madrid estaba en quiebra y hoy “Forbes” nos señala como club más rico del mundo.
    
Floper habla del Real Madrid con la inmodestia (bendita sea la inmodestia, siempre que se hable del Real) del gran coleccionista que hubiera comprado un vagón arruinado del Orient Express y lo hubiera transformado en un  Burj Al Arab con encanto.

    El resto es cosa de Zidane.