Jorge Bustos
Es cierto que nuestros Marx y Engels comprados en Alcampo acreditan verborrea más pintona y lecturas más frescas que un Carlos Floriano o una Micaela Navarro, digamos; pero su formación, sobre un tufillo a telar de Manchester de mediados del XIX, exhibe la consabida hemiplejia ideológica que se le presupone al profesor de Humanidades de la Complutense, académica palanca de mi primera juventud donde alguna latinista que perdió el sostén entre los adoquines parisinos del 68 nos escamoteó una semana de clase "porque me parece una frivolidad hablar de Séneca mientras Bush mata a inocentes en Irak" (sic). Así que me conozco el paño hasta el último costurón, desgraciadamente.
Es cierto que nuestros Marx y Engels comprados en Alcampo acreditan verborrea más pintona y lecturas más frescas que un Carlos Floriano o una Micaela Navarro, digamos; pero su formación, sobre un tufillo a telar de Manchester de mediados del XIX, exhibe la consabida hemiplejia ideológica que se le presupone al profesor de Humanidades de la Complutense, académica palanca de mi primera juventud donde alguna latinista que perdió el sostén entre los adoquines parisinos del 68 nos escamoteó una semana de clase "porque me parece una frivolidad hablar de Séneca mientras Bush mata a inocentes en Irak" (sic). Así que me conozco el paño hasta el último costurón, desgraciadamente.
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