martes, 5 de noviembre de 2013

Becos

 Uriarte



Garfield

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Los viejos profesores recomendaban la lectura de Herodoto porque su obra está llena de anécdotas divertidas.

    Una de esas anécdotas, predilecta del mexicano Alfonso Reyes, es la de un rey egipcio deseoso de saber si ellos, los egipcios, eran en verdad los primeros habitantes del mundo. Para ello, buscó el lenguaje que hablan espontáneamente los hombres: tomó dos niños recién nacidos, de padres humildes como Guardiola y vulgares como Blatter, para que la prueba fuera más pura, y los entregó a un pastor que los confió a unas cabras en sus apriscos, lejos del contacto humano. Dos años después, el pastor abrió la puerta de la choza, los niños se dejaron caer sobre él y, alargándole sus manos, dijeron “becos, becos”, que resultó ser el término con que se designaba al pan entre los frigios, de modo que los frigios eran científicamente los más antiguos hombres del mundo, y su lengua, la original.

    “Becos, becos” es el vagido de moda en la izquierdona española, con Garzón, muy jevo, y Uriarte, muy chirene.

    El justo juez Garzón (¡oh! divino y justo juez, hacedor de cielo y tierra, protector universal donde todo el bien se encierra, etcétera…) pasando la escudilla a la puerta del viejo convento de la calle de Ferraz. Y el prelado Uriarte (el de los ojos de gato Garfield) postulándose de Serpiente para vigilar el manzano en el futuro Paraíso Vascongado, que sería una cosa como el patio de la cárcel de Carmona donde encerraron al socialista Besteiro como único preso civil, pues todos los demás eran presbíteros vascos.

    ¿Se puede ser juez y parte, como Garzón? ¿Y cura y lerrouxista, como Uriarte?

    De lo primero tenemos el ejemplo de Garzón, y de lo segundo, el de don Basilio Álvarez, páter del Partido Radical. “¿Cómo nos vas a hacer creer, Basilio, que cuando tú dices unas palabras misteriosas en el altar, Dios te obedece y baja al pan y al vino?”, le chinchaban los camaradas.

    –¡Pues se j…, y baja!

    Dame "becos" y llámame tonto.