¡Y no le gusta a Iñaki!
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Como la decadencia madrileña de la tauromaquia, que muere a manos del postureo femenino, así la decadencia europea de la política, que muere a manos del postureo masculino.
Dos salidas tienen nuestros joveznos, ahora sometidos a las pruebas de selectividad: meterse a toreros de Madrid y forzar posturas de billar ante un pobre bóvido tricorne (dos astas y una lengua) o meterse a políticos en Bruselas y hacer el gamberro jugando a los “sans-culottes”.
En Madrid los toreros no quieren parecer hombres y en Bruselas los políticos no quieren parecer mujeres.
Pero ¿qué es hoy parecer una mujer?
Para Iñaki, el Dan Rather de los pobres, parecer una mujer es parecer María Soraya, incapacitada para la vicepresidencia del gobierno por madre y por esposa.
¿Y nuestro feminismo?
Iñaki tenía 28 años cuando el 18 de mayo de 1970 estalló en las piscinas de Zaragoza la guerra de los bikinis: al grito de “¡Queremos bikinis!”, dos mañas se quitaron la blusa y el celador llamó a la policía, que permitió el baño en bikini. María Soraya, en cambio, todavía no había nacido.
Yo creo que la mujer que se libera bañándose en bikini, en mayo y en Zaragoza también podrá hacerlo pastoreando una vicepresidencia del gobierno.
Pero Iñaki, que viene de los corazonistas, no.
Iñaki sólo concibe a la mujer-discípula: María la de Betania, sentada a los pies del Maestro, que, naturalmente, es él.
O sea, Ada Colau, nueva varona de la democracia popular y distinguida por Bruselas con el Premio Ciudadano, que tiene el “chic” de lo francés, pues apunta a ese “hombre” convocado “a las armas” en “La Marsellesa”.
Es la masculinización de la política.
En España, para compensar lo del embajador de Obama, que es un animalista de Disney, Maduro nos envía un embajador del chavismo (que es machismo) más duro. Y hasta el último concejal, una vez sentado a la mesa, pide sólo pescado “salvaje” y lo remata con Soberano, que era cosa de hombres.