miércoles, 31 de diciembre de 2014

El partido



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Final del 14, centenario de la Gran Guerra, con un “remake” de aquel partido del 72 entre filósofos de los Python: el orden alemán contra el desorden griego.

¡Prefiero la injusticia al desorden! –grita el autor del “Fausto” (más) turbador.

Se nos dice que la ruina de Grecia es la corrupción, pero de Fidias ya se decía que, para embellecer la estatua de Minerva, había robado oro público en connivencia con Pericles (¡el del siglo de Pericles!), que para sacudirse la acusación inició la guerra del Peloponeso, que acabaría con la república.

Ahora, querida, has durado ya tanto como la guerra del Peloponeso –acostumbraban felicitar el cumpleaños los cínicos ingleses de la época de Russell a sus esposas: ellas no sabían cuánto tiempo era aquello, pero temían que fuese más de lo que desearan.

Una losa.

La losa europea, desde Ariovisto, que tan malos ratos dio a César, hasta Merkel, que nos ha cambiado la Constitución (¡la Patria de Pedro de la Preveyéndola!) con un telefonazo de madrugada, es Alemania, con sus protestantismos, sentimentalismos, nacionalismos, krausismos y vitalismos, sin olvidarnos de sus chalés en Jávea o Mallorca, más lo de Guillermo II, primero, y el Cabo Austriaco, después. Y las ortegadas de Ortega y las machadas de Nietzsche.
Franco (reparemos en su estatura) se quejaba a Pemán de que el español de la calle era germanófilo, y Pemán le decía que la germanofilia española no era sino machismo y chulería, y que ser germanófilo era para el español como correr delante de los toros en Pamplona.

Luego llegaron Willy Brandt, que nos trajo a Gonzalón, y Habermas, que nos trae a Pedro de la Preveyéndola, y el Bayern, que se llevó a Pep Guardiola, el apóstol del toque, mientras Merkel, que cada vez recuerda más a la marquesa pagadora (Mary Carrillo) de “Los Santos Inocentes”, tira pellizcos de monja (quiero decir que tira de las sisas) a Putin, que toca el piano.
Ante ustedes (¡ya viene el cortejo!), 2015.