Beato picassiano
Abilio Abad, director de todo
Inasequible al desaliento
(Hizo de fraile en El Bueno, el Feo y el Malo)
El escenario
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Si Vd. no tiene quehaceres este fin de semana y no le queda lejos la Sierra de la Demanda, le aseguro que pasará un buen rato si se acerca a Castrillo de la Reina, a seis kilómetros de Salas de los Infantes y a 60 de Burgos capital... para que tanto viernes, sábado o domingo a las 9 de la noche pueda contemplar a todo un pueblo metido a comediante, dicho sea lo de comediante con incondicional cariño.
Es el vigésimo tercer agosto que en el pueblo se representa la obra de Los siete infantes de Lara, que de seguro alcanzará tal éxito de crítica y sobre todo de público como nos tiene acostumbrados durante estos veintidós últimos años.
En el atrio de la Iglesia de San Esteban, castrillenses vestidos de acuerdo a como pintaron los beatos y como entiende Abilio Abad -hizo de fraile en El Bueno, el Feo y el Malo-, interpretan la tragedia de los infantes como si les fuera la vida en ello, emocionando a los espectadores veteranos y sobrecogiendo a los primerizos. Los que asisten por primera vez a la representación, repiten, y los que la han visto las veintidós ediciones, también. En Córdoba, los infantes dan nombre a una callejita con siete arcos del que colgaron las siete cabezas y en una placa hacen soriano al campo de Lara, el campo de Fernán González, aquél que fundara Castilla.
Pongo esta recomendación por muchas razones: porque es mi pueblo, porque la obra se hace con mucho esfuerzo, porque ninguno de los que trabaja tiene intereses, porque hay mucho sacrificio, porque todos asumen responsabilidades, porque soy familia de casi todos... y porque les sale bordado.