domingo, 17 de julio de 2011

Aquellos zapatos de gamuza azul


MIS MOTIVOS PARA EL PUENTE

-Vivíamos un oscuro 1992 y esta hija de maquinista sin tren había decidido no continuar el preuniversitario. Me levanté temprano y se lo dije a mi madre. Las manos en la cabeza, los gritos por la casa, el perro ladrando del susto. “No voy más, Mami, no voy más”, concluí categórica y me acosté de nuevo. Se me habían roto mis únicos zapatos, que había heredado de una amiga cuando estos ya tenían enormes huecos en las suelas. Con ellos aprendí a caminar rozando el piso para que no se notaran las roturas, pero poco podía hacer para esconderlas cuando llegaba la clase de Preparación Militar. Ahí debía tenderme boca abajo, arrastrarme por terrenos que –imaginariamente- estaban bajo el fuego enemigo. Y entonces caían sobre mí los proyectiles, no del imperialismo sino de las bromas, la chanza cruel de los que tenían un calzado mejor...

En Generación Y