martes, 11 de mayo de 2010

LA FIESTA DE VALDEMORO

Los forasteros

El cartel

Los curiosos
El bicorne

El guapo

El serio
La merienda
El descalzaperros de Fran

La alegría de Fandila

José Ramón Márquez


Visto lo que pasó en Las Ventas -o las talanqueras del Puente de Ventas, para ser exactos-, creo que hicimos bien en irnos a Valdemoro, que allí estaban Rivera, Cid y Fandila y fue como un reencuentro con la infancia, con la inocencia de cuando te llevaban a tus primeras corridas en los pueblos, siendo un niño.

Se lidió una especie de novillada afeitadísima de Pereda, o Peredilla, y La Dehesilla en un ambiente festivo y divertido, que no hay que olvidar que esto es también una fiesta. El mejor resumen de la tarde es como el título de aquella película El bueno, el feo y el malo, y que cada cual le acople a quien le plazca cada uno de esos adjetivos.

Fandila enloqueció a la plaza, poco exigente -ni falta que hacía- con sus fantasías de capote, de banderillas, de muleta y hasta con el descabello, buscando siempre la complicidad del público, y a fe mía que la consiguió.

Cid planteó su toreo serio hasta donde pudo y luego regaló algunos adornillos a favor del espectáculo festivo; como gran novedad diremos que mató mal.

Francisco Rivera fue recibido con gritos y desmayos por alguna parte del público femenino y estuvo francamente mal en sus dos toros, especialmente en su segundo, que lucía algo más de pitones y quizás por eso recibió tres puyazos en toda regla. Al torero le costó Dios y ayuda acabar con él. En este caso, cuando digo "ayuda" me refiero a que una vez más se pararon los relojes en una plaza de toros, en esta ocasión para no tocarle al diestro los tres avisos tan poco oportunos en una tarde tan festiva. Entretenida tarde de toros, en suma, lejos de la opresiva -y amada- seriedad de Madrid, que uno también tiene su corazoncito.