sábado, 5 de diciembre de 2009

LA CAÍDA DE MARTÍNEZ Y PUNTO


José Ramón Márquez
Martínez, el cesante, encarna bastantes de las cosas que uno suele odiar. Su ego absurdo, su superioridad de mediocre, su aire de depredador enredador, su falta de humanidad, su sumisión al poderoso y su inflexibilidad con el débil componen un retrato poco halagüeño de un pobre hombre que se ha empeñado, según le convenía, en tirarse el rollo de científico, de ligón, de luchador antifranquista, de monsieur Curie y de otros cuantos que ni me acuerdo o que no quiero poner aquí.

Le hicieron presidente del CSIC para sustituir la insustituible caballerosidad de un hombre de bien que se llama Emilio Lora y su nombramiento sirvió de forma patente para poner encima del tapete y con gran nitidez la diferencia que hay entre un señor y un tipo. Nada más llegar al CSIC pidió que en su despacho le pusiesen una cafetera Nespresso. Pensaba que a base de cafelitos llegaría a George Clooney, su ciencia ni daba ni dió para más. Luego se fue con su socia, ella de Ministra y él de no sé qué, y han estado por ahí enredando hasta que se ha caído con todo el equipo, no sin antes ofender a la infeliz de Margarita Salas y a su tierno Bacteriófago Phi 29 en su fiestuqui póstuma y hasta hacerla llorar.

No debe estar apenado Martínez, pues no se va con las manos vacías: en Alcalá de Henares la generosidad del Estado del bienestar le construye, para él solito y gratis total, el Centro de Investigaciones de las Biocosas de Martínez, donde imperará como un Rey Sol sobre vidas y haciendas, donde dominará sobre su flamante animalario, lleno de ratas, con las que con toda certeza comparte un 90% de su herencia genética. Vaya con Dios y en buena hora. La Ciencia no va a notar su falta, los que estaban bajo sus órdenes están de enhorabuena.