miércoles, 30 de diciembre de 2009

ABC Y ANDRÉS AMORÓS



HACE MUCHO TIEMPO QUE HACÍA FALTA EN LA PRENSA ALGUIEN ASÍ


José Ramón Márquez



I

Tengo la certeza de que la crítica, al igual que las Reales Academias, en la actualidad no sirve para nada. Antes, los periódicos ponían críticas de exposiciones, que había que ver los jeribeques que se montaban con el conceptualismo y con la abstracción. También las ponían de música, que si Celebidache esto o Karajan lo otro con la novena de Mahler. Aquéllas las hacía gente ilustrada que, al menos, solía tener buena pluma. También había la crítica literaria y la de las películas. Después aparecieron mostrencos como la crítica de restaurantes y la de conciertos de rock. Con esta última creo que lo de la crítica en general ya tocó fondo. Seguramente la crítica valió en el pasado, al igual que las Reales Academias, pero en la época de las autopistas de la información, del móvil, del youtube, de las películas en internet sin descargas, del punto com, el oficio dignísimo de crítico es equivalente hoy en día al del linotipista de hace veinte años: especie en extinción.

II

En toros, para mí, la cosa es bien distinta; especialmente porque odio los toros en televisión. Es ése un espectáculo que no soporto, aún quitando el sonido de los señores que hablan, que a mí me produce la misma sensación que cuando en el tendido se te sienta al lado un pelmazo. Y luego esas imágenes tan de cerca o tan de lejos y con tantos colorines, y haciendo preguntas con un micrófono por el callejón, lo cierto es que en televisión transforman mi afición en un triste mamarracho. Sigo la temporada por lo que veo en la plaza, por lo que me cuentan testigos directos, por los portales electrónicos y por el periódico –en toros el periódico se llama ABC-; allí veo las reseñas, que en general es lo que más me gusta, y las críticas, según el crítico. Me hago mejor idea de la corrida en un texto escrito que en un resumen de Tendido Cero, la verdad.

III

Hoy me entero de que entra como crítico taurino de ABC don Andrés Amorós. En una entrevista que le hacen en el propio periódico, declara que el número uno de toda la historia de la tauromaquia es Gallito. Don Andrés podía haber dicho Bienvenida, o Antonio Ordóñez, o Guerrita, o Luis Miguel, o Curro Romero o Lagartijo. Dice Gallito, y en esa simple y sincera expresión en la que entronca con Pérez Lugín, con Corrochano, con Pepe Alameda, con todos los que viéndole o sin haber visto al coloso de Gelves fueron y somos sus partidarios, uno encuentra, emocionadamente, la decencia de la afición insobornable, la educación de fondo clásico aprendida desde la infancia, la fiesta entendida como afición inteligente y como pasión bien aprehendida desde este lado de la línea, desde el tendido que a todos iguala. Y nace el deseo ferviente, casi la necesidad, de que ahora retornen a ABC la censura y el elogio, la opinión fundamentada y la reflexión inteligente, la escritura culta y la independencia, la explicación de lo sutil más que el odioso trazo grueso, para que busquemos la crítica con la misma ilusión con que leíamos de niños a don Antonio Cañabate, para que tengamos un papel que podamos dar a leer a los hijos y que aprendan, como a nosotros nos lo dieron. Creo que el señor Amorós tiene más que cumplida su vida profesional en lo que es su oficio y ahora le corresponde un premio, un gran honor, que es el de poner su culta firma donde antes la pusieron los más grandes, los que nos enseñaron todo lo que las palabras pueden explicar sobre esta afición, sobre esta pasión. Hace mucho tiempo que hacía falta en la prensa alguien así.