miércoles, 2 de marzo de 2016

Ice Cube en un salón de té



Hughes
Abc

Guste o no, lo de Pablo Iglesias es otra cosa. En el debate de investidura le acaba de ganar a Sánchez otro palmo de terreno. La izquierda empieza a ser suya mientras Sánchez se enreda en un territorio difuso.

Sánchez repite mucho la palabra cambio, pero el que suena distinto es Iglesias. Lo que dice es un puro disparate, pero suena distinto. Es Ice Cube entrando en un salón de té. Con su crescendo rapero es verdad que consigue meter la calle dentro. Es un ventarrón de izquierda, de la izquierda sin forma que le gusta a la gente de izquierdas. No a la derecha, que escucha a Corcuera y embellece a Susana Díaz.

Me he fijado en los rostros de sus diputados. Sonreían, aplaudían con entusiasmo. Le miraban verdaderamente arrobados cuando hablaba. Se daban codazos, flipaban, estaba metiendo, por fin, un discurso distinto (antiguo, antiquísimo, pero nuevo para ellos) en el parlamento. Ya lo han conseguido. Esto va a dificultar el entendimiento, porque su lenguaje, su lógica es distinta. Va a haber en España fuerzas heterogéneas que hablan idiomas incompatibles.

Pero es innegable que Iglesias es otra cosa. Un rapapolvo mitinero, un ratatatá. Mezcla, con una desfachatez absoluta, a Maquiavelo con Juego de Tronos, a Gramsci con Kubrick, a Millán Astray con Manu Chao, la cortesía con un sectarismo secular. Ese lenguaje es nuevo, actual, urbano y está lleno de energía.

La energía de Podemos existe, su entusiasmo es innegable. Es una retórica de megáfono, pero ha conseguido identificar a Sánchez con un discurso de derechas.

Guste o no, es así. El centro en el que se han hecho fuertes PSOE y Ciudadanos estos días se estrecha mucho cuando aparecen Rajoy e Iglesias. La pinza, si no existe, é ben trovata. Rajoy sonreía con indisimulado agrado a la coleta.

A Sánchez hay que reconocerle un esfuerzo ahí. Su liderazgo es el oportunismo y esta circunstancia le es propicia. Es un centrismo bifronte (salvo para el PP), abierto de modo imposible a Ciudadanos y Podemos. Es como un enchufe ladrón, abierto a muchas tomas. Una generosa actriz porno en plena orgía.

Iglesias tiene humor, reprís, arranca carcajadas en la réplica. Su tono es urbano, su demagogia noquea mientras que la de Sánchez se hace cursi, zapaterina. El chisporroteo de Iglesias transmite una energía callejera (“su gente”). ¡Quiere contar las muy españolas “verdades del barquero”! Esto es así (incluso esto es asín). El PSOE es una izquierda conceptual y rural.

Con la guedeja fuera, desmelenado, ¡descoletado! Iglesias le está robando Machado (el verso sentimental, el mito) al PSOE. Y pone el Parlamento patas arriba, “querido Patxi”, nos guste o no.