lunes, 24 de junio de 2024

El sueño de Mbappé



Françoise Hardy


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Los sueños de la razón producen monstruos, y los de Mbappé, confusión. ¡Vivimos donde la confusión ha hecho su obra maestra! Ahí está Nico Williams, flor (presunta) de la tropa culé: “Mi sueño es jugar con Mbappé”. Cayó el mimbre de tu mano, y de la boca, el clavel, y de la boca, el clavel. Que es lo mismo que seis meses ha decía Rodrygo Goes: “Quiero jugar con Mbappé”. Y ya ven.


Comme les garçons et les filles de mon âge / Je me demande quand viendra le jour…–hemos oído cantar estos días, en la muerte de Françoise Hardy y su “Tous Les Garçons Et Les Filles”.


Nico Williams, la flecha negra del Team Blondiales (forma ya francamente federal del antiguo Combinado Autonómico), quisiera jugar con Mbappé, lo cual habla muy bien de la educación recibida en San Mamés, el campo favorito de Rudiger (“¡por el ambiente!”), y donde el mismísimo Clemente acaba de descolgarse con una declaración que, tratándose de él, suscribiría la mismísima Hardy: “Vinicius es muy bueno. Ya era bueno cuando la gente quería echarlo del Bernabéu porque fallaba goles después de correr tanto. Pedían que los traspasaran porque era muy malo. Y a mí, sinceramente, el fútbol de Bellingham me gusta más que el de Vinícius.” Pero el mejor jugador de la Champions, y el que lleva seis goles en semifinales y finales de Champions, no es Bellingham, sino Vinicius, por delante como “goleiro” de un selecto grupo de seis jugadores que están en cinco: Ronaldinho, Suárez, Ronaldo, Ribery, Haaland y el propio Mbappé. Qué bonita es la venganza cuando Dios nos la concede, escribió José Alfredo Jiménez, y desde luego que es bonito ver a Vinicius coronarse dios del caos del fútbol en lo que Joaquín Sánchez (“¡este tío es muy malo!”), testa coronada del beticismo, se pone pelo.


Javier Clemente no es Guardiola, el genio de la táctica que cayó ante Ancelotti en Champions y que, al decir de la prensa culé, “ayuda a los Celtics tácticamente para vencer a los Mavericks” en la Final de baloncesto de la NBA. Vamos, que sólo falta que salgan a la luz los documentos que probarían que Guardiola era el Garganta Profunda de Oppenheimer en el Proyecto Manthattan, y todo se andará.


Más modestamente, Javier Clemente siempre ha sido el William James del pragmatismo baracaldés. El fútbol, acostumbraba decir, es un poco como el ajedrez: tácticas y estrategias con un jugador rival que intenta evitar que tú juegues bien y así ganarte. Esto lo traducía en consignas que iban al grano: “Un plátano, ¡y a la ducha!”. Su plan, resumido por él mismo: “Todos los jugadores deben salir al ataque, y en seguida también todos deben irse hacia atrás a toda leche”. Quiere decirse que no hay que ser físico nuclear para ver lo que el piperío del Bernabéu, intoxicado por las maras mediáticas, no ha querido ver hasta este año; que Vinicius es un futbolista de otra galaxia, el elegido por la Fortuna para acompañar a Mbappé en la nueva “Star Wars” del balón, que tendrá su colofón en el Supermundial de clubes con que la Fifa de Infantino desafía a la Superliga de Florentino, espectáculo que únicamente sería superado por la “mascletá” nuclear  que los malos del mundo andan buscando. En realidad, contra Mbappé sólo está Max, director deportivo del Bayern, cuya pestífera ética protestante denuncia avaricia en su fichaje por el Madrid: “Siempre puedes volverte más avaricioso con el dinero, pero todos los que son avariciosos con el dinero gradualmente se convertirán en el clavo en el ataúd del fútbol”. Bueno, y Gonzalo Bernardos, el Schumpeter de la Diagonal, que ve en la política fiscal del ayusismo madrileño una “ley Mbappé” (?) que sólo sirve para permitir a la culerada llamar “Club Estado”… ¡al Real Madrid!, que, además de pagar a un futbolista que con licencia  de Ayuso podría desgravarse el alquiler de la vivienda, planea construir, con licencia de Almeida, un parking (¡un parking!) en la Castellana, ahora que todos los futbolistas quieren venir a Madrid, primero a jugar y luego a vivir. Los últimos en anunciarlo, Kroos y Cristiano, si bien a Cristiano, en su lucha con Modric por el récord de edad, aún le quedan trienios de competición.


Si de veras el Supermundial de Infantino fuera contra la Superliga de Florentino, el perjuicio mayor sería para la Champions de Ceferino, ese cursi que se “guasapeaba” con Rubiales sobre los duros de Messi en la pandemia, pero que no hablaba con Florentino “por idiota” y lo otro. De la cursilería de Ceferino sabemos por su forma de dar la mano cuando entrega sus trofeos. Lo vimos en París con la Champions del 22, lo vimos en Helsinki con la Supercopa y lo vimos en Londres con la Champions del 224. Ceferino es cursi porque lo fino, para él, es, decíamos, ofrecer la mano levantando el codo como los perros levantan la pata para el meo, algo que en la vida pública española hemos visto en casi todos los políticos, desde Suárez hasta Iglesias, dos tipos grandilocuentemente cursis. Y este Ceferino que al dar la mano parece un galgo afgano marcando territorio es el elegante que creía poder montar una cena de los idiotas con Florentino. Laus Deo!


[Sábado, 15 de Junio]