domingo, 19 de mayo de 2024

Despedida de Pablo Hermoso de Mendoza, Su Serenísima, fundador de dinastía. De padres a hijos. Pepe Campos

 


PEPE CAMPOS




Plaza de toros de Las Ventas.
Sábado, 18 de mayo de 2024. Octavo festejo de San Isidro. Primera corrida de rejones. Lleno (23.000 espectadores). Tarde primaveral, algo fría
.

Toros de El Capea y Carmen Lorenzo (4º y 6º), de sangre Murube, que dicen ideal para el rejoneo, con los pitones cercenados, comodísimos, de escasísimo trapío, nobilísimos, obedientes y colaboradores —Bos Taurus Oboediens et Cooperator—, flojos, para su deshonra lucieron crotal. Todos los toros tuvieron el mismo comportamiento, en un «todos por igual» o con «igualdad bovina apabullante».


Toreadores: Pablo Hermoso de Mendoza, de Estella (Navarra), traje y tocado rondeño, grana y plata, silencio y oreja; treinta y cuatro años de alternativa. Lea Vicens, de Nimes (Francia), traje campero, chaquetilla azul, silencio y palmas; diez años de alternativa. Guillermo Hermoso de Mendoza, de Estella (Navarra), traje campero, chaquetilla azul noche, silencio y dos orejas, salió por la puerta grande; cinco años de alternativa. Tarde de despedida de Madrid para Pablo Hermoso de Mendoza
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Con cincuenta y ocho años cumplidos se ha despedido de Madrid Pablo Hermoso de Mendoza, tal vez, el mejor caballero del rejoneo moderno, dado que en momentos cumbres de su carrera llegó a emplear a sus caballos como si fueran muletas, para describir y ejecutar, en numerosas faenas, pases templados, ligados, en redondo y al natural, mediante trincheras y pases del desprecio, con el pecho, los lomos y las grupas de sus monturas; dejando como propia suerte «la hermosina» que es llevar al toro pegado a la cola del equino, en carrera, ofreciéndole alternativamente ambos lados de la grupa, en cambio continuo. Histórica fue su actuación una mañana de abril en Sevilla en 1999, cuando con su caballo Cagancho, un equino verdaderamente torero, toreó con la máxima precisión, de costado, llevando enganchado a un toro de Fermín Bohórquez a la cola de Cagancho, a lo largo de todo el óvalo del ruedo de la Maestranza, y repitiendo esa demostración de temple tras el pase de trinchera de la montura cambiando la dirección del viaje de toro y caballero. Loor a Pablo Hermoso de Mendoza por sus logros dentro del mundo del toreo a caballo, aún más por no proceder de ninguna dinastía taurina, sino haberse hecho como toreador a sí mismo y haber creado escuela, que ha consistido en poner al mismo nivel el canon de la tauromaquia a caballo con el de la tauromaquia a pie, con su saber parar al toro en el terreno adecuado, citarle en el momento preciso, templar con cadencia y armonía, mandar —en ese llevar al toro enganchado—, en cargar la suerte, por lograr reuniones próximas y en curva, y por ligar las acciones, es decir, por coser las suertes, unas con otras. Hacia el año 2000 podríamos localizar su cumbre y esplendor.


Ayer Pablo Hermoso de Mendoza se despidió de Madrid. Han pasado muchos años desde aquella cumbre que hemos aludido. Su actuación de ayer tarde no se situó en aquellas cotas antaño alcanzadas. El tiempo no pasa en vano para nadie. Aún así, el caballero navarro dejó muestras de su conocimiento y de su valía, porque manifestó un desarrollo armónico en su planteamiento taurino a lo largo de la tarde. Esa serenidad alcanzada, a la hora de torear y enlazar las diversas suertes, podría ser el legado de su despedida. No hay que torear a caballo a marchas forzadas, ni mediante galopes violentos, ni con exhibiciones constantes de doma; sino ajustarse a las condiciones de los toros, y no castigarles en demasía —un pecado que llevan en propia carne los rejoneadores contemporáneos— con demasiadas banderillas, ya sea a una o dos manos, o con el empleo de las rosas; en labores que se eternizan y devalúan el espectáculo, y donde se pierde el respeto por el toro. Por cierto, un tipo de toro, el de las corridas de rejones, de procedencia Murube, tan dócil, que no engrandece el toreo en absoluto, sino que lo rebaja y lo pone en un callejón sin salida. Debemos recordar que al toro hay que valorarlo y en el rejoneo —para empezar, ese cercenar los pitones de los astados— no se le suele honrar, por decirlo de manera amable. A pesar de esta realidad, si hablamos de Pablo Hermoso de Mendoza tenemos que reconocer una dimensión en el concepto táurico, que pasa por un clasicismo con la ligazón de las suertes, y una contención y una elegancia en las formas.
Si entramos en el análisis de lo ocurrido en la corrida, con toros a modo de El Capea y Carmen Lorenzo, tenemos que referir que público más amable no existe en el orbe del entretenimiento. Todo fueron reacciones de admiración hacia los toreadores y sinceros deseos de que triunfaran. La plaza lució un lleno completo. Las localidades fueron ocupadas por gentes de toda condición, en tendidos, gradas y andanadas, según un criterio de libre elección. Si bien, en esto, los tiempos han podido cambiar, pues según declaraban ciertos analistas de sociología moderna de «la escuela española de la transición a la democracia», en los tendidos de sombra se deberían haber situado los aficionados de mayor potencial económico y en los tendidos de sol quienes tuvieran que mirar —a la hora de gastar, por estar justos de liquidez— por cada peseta, lo que hoy viene a ser, por cada euro. En fin, en la España actual, este aspecto sociológico puede que esté superado y cada cual se sitúa en la plaza, más, por gustos y deseos que por razones exclusivas de determinismo económico. Vimos que los tendidos de sol y los tendidos de sombra vibraron igual y aplaudieron igual, en ejemplo de igualación social. Sin que sea cierto o no, a todo esto merece la pena darle una vuelta. Bien. Si hablamos de la actuación de
Pablo Hermoso de Mendoza, tenemos que comentar que al toro que abrió plaza lo recibió a contra querencia con el caballo lusitano Regaliz, que enceló al astado en los medios en círculos concéntricos para llevárselo de la misma manera por diferentes terrenos de la plaza, con ello quedó expuesta la razón taurina del rejoneador navarro, alcanzando con ello lo más notable en este su primer toro, en el que no siempre le quedaron los hierros arriba. En banderillas, con Basajaun, toreó con cadencia por las tablas en los tendidos de sol. Después, a la hora de matar le costó llegar a un toro muy disminuido, lo cual trasladó nula emoción al respetable que silenció su labor. Al toro de su despedida, lo recibió con Nómada, para colocar dos rejones de castigo, uno delantero y otro trasero. Su labor fue a más en banderillas, donde clavó al estribo con un toreo más de verdad. El acople entre montura y toro subió, y las distancias se estrecharon con el manejo del caballo Esencial, para, al clavar el rejón de muerte por delante, le posibilitara cortar una oreja de despedida.


La amazona
Lea Vicens, intentó un toreo más espectacular, principalmente, con el extraordinario caballo Bético, el caballo más torero de la tarde de ayer, que peinó con su cola, con parsimonia, a cada uno de los dos toros en los que actuó. A pesar de ello, Lea Vicens, no logró templar las endebles embestidas en cada uno de sus toros, con el acusado defecto de clavar de lejos y por detrás de la grupa. A la hora de matar expuso falta de fuerza en el golpe de rejón de muerte, pinchando en exceso, emborronando cada una de sus labores. Por su parte, Guillermo Hermoso de Mendoza, se reivindicó como heredero de su padre y quiso dejar constancia que con él comienza una dinastía de caballeros, lo que quiere indicar que los Hermoso de Mendoza pretenden transmitir a sus descendientes, aficiones y valores. De padres a hijos. En su primer toro, imitó a su padre —en el toreo en círculo— en el recibo con el equino Alquimista. Después con Ecuador, Malbec y Esencial, ensayó el toreo de frente al quiebro, y sorprendió, en el remate, poniendo «una amapola», cerrando una tarea que fue silenciada. La verdadera reivindicación surgió en el sexto toro. Entonces se enfrentó al toro, clavó al estribo, se ajustó más y destacó con Esencial en «las rosas», y en banderillas cortas a dos manos, por dentro, con colocación ceñida y clavando al estribo. Al matar de manera aparatosa le dieron las dos orejas, que le abrieron la puerta grande y poder tomar el relevo de su padre.

 

 

 

 

 

 


FIN