miércoles, 15 de mayo de 2024

Novillos de Montealto, inocentes como yemas de Santa Teresa, para Bastos, de puntillas; Romero, con mucho campo; y Navalón, el más puesto. Márquez & Moore

 



JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Tras las emociones ganaderas de los dos días precedentes, Fuente Ymbro y Baltasar Ibán, tuvo que venir Montealto con su novillada a traernos el baño de realidad de esa otra cara de la cría del ganado de lidia, representada por este tipo de ganado tontuelo, mansote o mansito, bobito y sin mala leche que tanto estiman ciertos ganaderos, ciertos toreros y ciertos públicos. El encierro traía marcada a fuego en la nalga derecha la marca con la M y la D que son los apellidos de su propietario, don Agustín Montes Díaz, pero sinceramente habría sido mucho más apropiado que hubiesen herrado al ganado con el famoso jeroglífico de las Ye + D Santa Teresa, esa exquisita golosina abulense, que hace más honor a las condiciones del ganado lidiado esta tarde que la frialdad de dos letras que nada explican.


Para que no nos hagamos ilusiones y para irnos preparando a lo que se nos viene encima, las mentes pensantes de la razón social Plaza 1 se trajeron desde Cabanillas de la Sierra a estos seis infelices novillos, que en honor a su amo, hijo y nieto de panaderos, eran más buenos que el pan. El negro primero, Tabernero, número 44, era como una de esas «pistolas» que salen demasiado quemadas o con alguna deformidad, porque el bicho era más feo que Picio, largo y ensillado, pero el resto eran cinco baguettes doraditas y crujientes, castañitos o coloraditos, blanditos y poco amantes de andar cerca de los caballos; y el bocidorado sexto, Veraniego, número 36, parecía que acababa de beberse un cubo de leche en los chiqueros de Florito antes de salir y traía los restos en los labios. De entre todo el encierro el que portaba un nombre más simpático fue el segundo, Churrero, número 13, y ha tenido que salir hoy, precisamente, que no ha estado en su localidad de abono ese buen aficionado que es el churrero de la Andanada con las chanzas que nos habría proporcionado tener un churrero ahí abajo y otro en lo más alto de la Plaza.


Por lo que respecta a la cosa ganadera, dicho lo anterior, sólo resta glosar la bondad supina del tercero, Presumido, número 35, que era de esos que le dejes donde le dejes se colocaba él solito sin necesidad de que el torero tuviera que preocuparse por esa minucia y pudiera dedicarse a componer posturas, que es lo que ahora muchos entienden como «toreo». Las «dificultades» más reseñables que trajeron los Montealto son las derivadas de su mansedumbre o falta de casta, de su previsible endeblez y de cierta sosería, especialmente el sexto, Veraniego, numero 36, derivada con toda certeza de causas genéticas, que el que a lo suyo se parece, honra merece.


Tres novilleros nuevos en esta Plaza, a los que ahora etiquetan como “Presentación” como si fueran un Power Point, vinieron a Madrid a mostrar sus mañas: Diego Bastos desde Sevilla, Nek Romero y Samuel Navalón desde el Reino de Valencia. Llamó la atención lo bien vestidos que venían los valencianos, cada cual en su estética, que ya quisiera Sánchez Vara haber tenido un vestido como el vestido azul noche recamado en oro de Nek, que era un lujo y una preciosidad, o como el grana y oro con cabos blancos de Navalón. Se ve que la cosa marcha bien, de lo que nos alegramos.


¿Y qué es lo que nos ha dado de sí el encuentro de los de “presentación” con las yemas de Santa Teresa? Pues así, a rasgos generales, poca cosa. Aceptando la condición de novilleros de los tres actuantes, a los que no debemos juzgar con la severidad con la que vamos a mirar a Roca Rey con los guirlaches de Mayalde, no se puede decir que ninguno de los tres haya dejado abierta una puerta a la expectación o un imperioso deseo de volver a verles pronto. El más puesto de los tres era Samuel Navalón, más tosco y con mucho campo a cuestas se vio a Nek y rozando el aprobadillo Diego Bastos. El toro más claro del encierro, el tercero, le tocó a Navalón, que no estuvo a la altura de la franciscana bondad de lo que tenía enfrente: «un amigo, un siervo, un esclavo», como decía José Luis López Vázquez, al que trajo de acá para allá en trasteo a menos que trató de poner en valor al final con la peste de las manoletinas del ¡ay!, cosa nada censurable en su condición de novillero que no quería que se le fuera la tarde. Un feo espadazo remató su actuación y, a cada cual lo suyo, el Presidente don Ignacio Sanjuán aguantó la presión no concediendo la oreja que le pedían tantos como los que no la pedíamos. En su segundo, el novillo era otro, el torero estuvo más espeso y adoleciendo, como tantos, del defecto de la colocación. Por darle un consejo, de esos que nadie te pide, ya que es un novillero puesto y hecho, podía dedicar unas horas a estudiar las dos faenas de su paisano Román el pasado día 11 para ir componiéndose una idea de a lo que debería tender.


En su primero, el novillo Churrero, Nek basó sus argumentos en la ligazón por el pitón bueno del toro. Antes lo había recibido por verónicas de pierna arqueada y el remate de una torera media verónica. El trasteo no dejó huella alguna en el senado venteño, viéndose al torero suelto y adoleciendo de los clásicos defectos de colocación que a tantos muchachos han llevado a la irrelevancia. En su segundo, explosivo inicio novilleril a base de pases cambiados y de pecho y, de nuevo, evolución a menos del trasteo que llega algo más al tendido al inicio de la faena, cuando el toro tiene más vivacidad, tratando de aprovechar las bondades del pitón derecho con más voluntad que acierto.


Diego Bastos pasó de puntillas por Las Ventas.


A las nueve y pico salimos desesperados de la Plaza, buscando una taza de caldo y cantando con Eladio Carrión eso de «Ice, frío, hielo / Llego al bloque y me congelo».








ANDREW MOORE













FIN