viernes, 17 de mayo de 2024

Belorado


Plaza Mayor de Belorado

Caoba como chocolate en la iglesia de Ezcaray



Francisco Javier Gómez Izquierdo


           Sacan estos días por las televisiones de todo el mundo a unas monjas de Belorado que tienen a una especie de bedel del convento tocado con birrete o bonete del que se dice fue barman de fama, para dar las novedades a los curiosos periodistas que se acercan a la Bretonera a preguntar. Las monjas han dejado la obediencia papal para dársela a un pseudobispo de inquietante aspecto que viene a ser de Linares y del que se sospecha posee grandes conocimientos en asuntos especulativos y acceso a gentes de fortuna. A servidor el falso obispo le parece un caradura de cuidado y me recuerda al Truji que emocionaba al Loco de la Colina explicando cómo camelaba a los directores de los bancos con un bic azul. Al parecer este Pablo de Rojas, como el Truji embaucador, fue conocido en Bilbao antes de convertirse en obispo como marino de graduación y diplomático y vaya usted a saber con qué artes del diablo ha llevado a las clarisas de Belorado a renegar de monseñor Iceta Gavicagogeascoa, obispo de Burgos que fue llamado al sacerdocio (curiosamente fue ordenado en la mezquita-catedral de Córdoba) cuando estudiaba Medicina, carrera en la que se licenció además de en Cirujía, para entregarse con fanatismo a personaje que tanto recuerda a aquel Clemente del Palmar de Troya, pueblo éste donde aún permanece no sólo su ostentosa obra sino también sus fieles.


        Hace justo quince días pasé con el Gaitu por Belorado camino de Ezcaray a comer, tarea que solía compaginar mi hermano con la ITV, pues la pasaba en Santo Domingo de la Calzada porque "...en Burgos además de romperte el coche en los traqueteos te ponen mala cara". Aún no se sabía del guirigay de las monjas, pero al entrar en el pueblo pasando el puente el Gaitu me habló del convento donde su tío el taxista tenía mucha confianza con las clarisas ("...era su "mansiller"; no tengo noticia de semejante palabra ni su significado) y al llegar a Ezcaray ante uno de los retablos de la sorprendente y señorial iglesia, no necesitó el guía asemejarnos la caoba del grupo escultórico con el chocolate de las monjas beliforanas. A mí siempre me llamó la atención el gentilicio, ya que mi madre cuando veía señoras por la tele que no le cuadraban soltaba un "...¡pero qué peliforrianas!" en el que cabía todo.


       En un libro de médicos sobre las enfermedades de San Francisco en la Porciúncula que leí hace unos años sacaban a la Santa Clara, perpetua valetudinaria que hiciera votos al santo de pobreza, obediencia y castidad, Santa de la que deben ser seguidoras las monjas que tanto entretienen estos días, pero hay un detalle que me ha llamado la atención y es que estas modernas clarisas tienen como último papa a Pío XII, el que proclamó a Santa Clara como patrona de la televisión, asunto éste que a mi parecer confunde y aleja mucho de la discreción y recogimiento debidos.