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Hughes
Pura Golosina Deportiva
El Madrid salía de gris antracita o algo así. Solo podía ser peor haber salido con un colorcillo café con leche, color de descomposición.
En el Emirates sonaba el nuevo himno del Arsenal y resultaba emocionante. Qué edad más mala cuando a uno le emocionen los himnos de fútbol...
Planos tensos en el túnel. A Odegaard aun no le ha salido la barba. Descubrimos nuevas arrugas en los pómulos de Modric.
Rudiger y algún otro salían al campo con el dedo apuntando al cielo, extremismos innecesarios.
Sonaba el himno de la Champions, pero después de Adolescence los niños uefos ya no nos parecían inocentes...
Ancelotti estaba ante la duda diabólica: Modric o Lucas. Optó por el ajado y amojamado croata.
El Arsenal sacaba cuatro medios de una pieza y Merino. Alaba debía darle al Madrid salida de balón, pero esto al minuto se vio lo poco realista que era.
El Arsenal empezó incidiendo en esa banda suya. El Madrid salía en 4-4-2 perdiendo así un poco a Vini, que tuvo una contra en la que como siempre se subordinó totalmente a Mbappé.
En el minuto cinco, alguien con pinta de estadístico ya le hablaba al oído a Arteta. ¿Qué había podido pasar en ese tiempo?
Camavinga estaba nervioso. En el Madrid se echaba de menos una figura como Hierro, como Casemiro... Temblor de flanecillo había, de quesito fresco, de tetilla nívea...
En una repetición (el primer apuro de Courtois) se vio una plasticidad clásica de Highbury sin Highbury, como si el Arsenal conservara algo en el aire.
Carletto masticaba a su más alta velocidad. Era la mayor enerllía que le habíamos visto desplegar...
El 4-4-2 de antracita quería ser mojón de metal raro pero quedaba blando, muy blando y rasgable como... como el biombo de algún salón de masajes capaz solo de proteger el pudor del socialista en calzoncillo.
Cumplido el cuarto de hor,a el Madrid daba su primera secuencia de toques. Toques medrosos, toques sin creación de valor, toques de patata caliente. Pero eran mejor que ir detrás de Saka.
El lateral del arsenal de nombre compuesto se iba de Rodrygo o vivía ido de Rodrygo porque habitaba un espacio que el Madrid había decidido no cubrir. Tan rígido era el 4-4-2 que no concebía esa salvedad. Se iba el jugador inglés y entonces le salía al choque Modric y el efecto era como el de un esqueleto de anatomía de primero de Medicina intentando salir del metro en hora punta.
Arteta miraba con una concentración casi escabrosa. Esa mirada contenía tanta voluntad y tanto dominio que ¿a qué otra cosa se podría aplicar sin resultar indecente? El fútbol permite también miradas intolerables.
En el Madrid o más bien en nosotros aparecía un miedo, se insinuaba un miedo premouriñista, de tiempos anteriores, de 2002 a 2009, más o menos.
Camavinga perdía balones. pero al menos llegado un momento empezó a recuperarlos. Es un jugador de quita, pero no de pon.
En el medio se abría un agujero, un vacío, como un problema negado todo el tiempo. Una cuestión orillada e ignorada en primer lugar por el club, por los que mandan arriba, por Florentino. Podría estar allí Valverde, pero el problema del lateral lo impedía. El Madrid tiene un techo que se abre, un suelo que se abre y no se abre la grada de Padre Damián como una puerta corredera porque se nos juntó el Covid y Ucrania, que si no... Pero no hay lateral.
El problema en la defensa es de bajas, de planificación o de número. Rudiger y Alaba llevaban vendajes de excombatientes. El problema del centro del campo es de otro estilo. Es una cuestión fundamental, de concepto.
Las grandes estrellas del Madrid no estaban conectadas a nada, cabezas separadas del cuerpo.
El Madrid rozó el peligro en un par de robos de Vini o Camavinga y llegó, su gran llegada, en una pase de Bellingham a Mbappé, que falló ante el portero. En su honor hay que decir que el pase fue creado por su propio desmarque.
Si el Madrid corría un poco, si se alegraba un poco la vida, luego le costaba demasiado volver. Se percibía algo penoso en su balance defensivo.
Arteta seguía mirando con muy mala cara todo. La cámara le buscaba los ojos. Tendencia literal al primer plano, pero el Arsenal empujaba. Saka paseaba una pelota por delante de la portería de Courtois. Odegaard le buscaba siempre y muy pronto le encontraba. La estructura defensiva del Madrid era Alaba mirando y reculando, por lo que no sólo temíamos el peligro sino la destrucción genicular total.
Mbappé intentaba benzemar un poco, pero lejos, solo. Al Madrid le iba mejor no presionar que presionar.
La agrupación del Arsenal era automática. La del Madrid reumática e incompleta. Se tenían que concentrar para juntarse y aun así siempre quedaba un hueco y pronto se rasgaba. Es que incluso la expresión bloque bajo parecía inmerecida por exagerada. Era más bien bizcocho bajo.
De la debilidad del Madrid surgió titánico Courtois ya al final de la primera parte con una gran parada a Rice y luego otra más.
El descanso se recibió con alivio y a la vez con desánimo.
-¿Qué tal?
-(gruñido leve)
Fue un partido especialmente irritante de Rodrygo. No fue el peor, porque eso sería como mirar una prisión de Bukele y entre todos los allí tatuados, escoger uno, uno solo, y decir: este, este es el peor.
Pero su fútbol fue una medianía cobardona, de una corrección odiosa. Sus movimientos semitácticos: ahora me adentro, ahora corro, ahora entro, ahora salgo, parecían entre conos, y no decían nada, no aportaban nada. Su talento no buscó la ruptura, el desborde, la invención, el riesgo.
El Madrid se acabó en el 50 con una ocasión de Mbappé tras cesión de Bellingham, que apareció un poco, al menos hizo por aparecer. Sin Ceballos, volvió a estar perdido en la nada conceptual de Carletto.
Parecía haber más entereza defensiva cuando llegó el 1-0. Fue una falta que Alaba, en marcaje cómico, regaló a Saka en el centro del campo. Courtois colocó una barrera justita y Rice la clavó con un gran efecto. La pelota salió y entró cogiendo la trayectoria dolor de cornada.
El 1-0 despertó un realismo total. Fue como quitar el delicado velo que cubría al Madrid, la telilla que aún nos empujaba al autoengaño. Fue como una foto en blanco y negro, espesa de matices y claroscuros, sobre el cuerpo desnudo de Modric.
-Es una completa vieja.
Vimos claramente lo que es el Madrid y lo que ha sido el Madrid si le quitamos toda la palabrería.
Y también lo vio el propio Madrid, que inició un tembleque con el que entraba de lleno en el álbum de las noches negras.
Courtois, a mucha distancia del resto, coloso goyesco, hizo dos paradas seguidas junto a una tercera acción de Alaba. Evitó males mayores.
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No había reacción en el Madrid y cuando la hubo ya la imaginábamos: Lucas Vázquez.
Modric fuera, Lucas dentro, todo un revulsivo de ilusión. Es la sensación que todo soltero terminal ha tenido alguna vez al darle la vuelta al edredón y no encontrar ya esperanza.
El Madrid naufragaba. Los recuerdos de ese rato son escasos, como en una borrachera. Todos estábamos grogui.
Luego llegó otra falta que Rice clavó por la escuadra de un modo demasiado perfecto. Ni Beckham. Volvió a entrar complejo. A sentir esa sensación de: qué buenos son, qué modernidad, juegan realmente a otra cosa...
Se ve que está muy pensado el Arsenal. En los saques de esquina, por ejemplo, se alejan y entran todos a la vez en el área, irrumpen como si cada córner fuera un 23-F.
Después del 2-0 no puedo decir mucho salvo transcribir un whatsapp recibido: "Hay que echarse una novia gorda". Esa clase de lucidez que asoma en la derrota. La de Rice (arroz) no es la típica wag y encima se apellida Fryer (freidora).
Al poco llegó el 3-0, un gol de Merino ajustando al palo una pelota al borde del área. La debilidad del Madrid en esa zona fue de las más grandes que se recuerdan.
Rodrygo cogía la pelota y corría unos metros sin más, encaraba a los defensas de un modo rutinario: la cojo, me interno, desisto, la paso... ¿No es pitable esto? Mi pulgar interior cayó como una guillotina.
Hubo muchos planos de Ancelotti, como para que empezáramos a despedirnos de él.
El 3-0 parecía ya mejor que el 3-1. Para medio pelo, ninguno. Que sólo quede la parafernalia y el espiritismo de la Remontada.
Que no haya nada de ellos. Que todo deba ser excepcional. Que no salga Endrick en el 87.
Ancelotti tiraba sus últimos dados: Brahim por Rodrygo. "Tú sí que sabes sorprender a una mujer, George Ropper". Hay juguetes de perro con más complejidad que el Madrid de Carletto.
El cambio lo anunció Chendo, y con el cartelón electrónico también le vimos anticuado. Noche traumática. Yo me daba cuenta vivamente de mi generación, de que mi ser madridista no es el de las Copas de Europa sino el de las derrotas europeas.
Esto me hizo sentirme mal, pero luego algo mejor.
La cámara buscaba a los madridistas en el campo. Sus caras eran de decepción. Inconfundibles caras españolas. Qué caras tenemos... por dentro era imposible la empatía porque ¿y si luego iban a leer o escuchar prensa o radio española?
Mbappé intentaba irse de uno, de dos, de tres, y al cuarto fallaba, claro está, no iba a fallar... Todo lo que le pase ya lo hemos visto. Ya vimos una galaxia caer. El Madrid era incapaz de sacar la pelota ante un Arsenal anfetamínico. Bueno, no distaba mucho de lo visto estos años, pero Ancelotti sí lo miraba todo con otra distancia. Miraba el partido como quien no tiene que ver con ello, como cuando pasamos por un campo, están jugando y nos detenemos un segundo a mirar. Su influencia en lo que allí pasaba era nula. Llenaba los carrillos de aire, como si fuera a hacer el gesto de la pedorreta y se quedara a mitad. Luego sacaba a Fran García, que con su retorno al organismo de posguerra ahondaba en lo traumático.
Camavinga, en lo que puede ser el partido de su caída como mediocentro, fue expulsado. La Remontada se pone un poco más difícil, lo cual no es malo.
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