Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Con más voz que carne, como dice Lope de los ruiseñores, los veganos de la OMS han dictado impunemente que la carne procesada (¡el “prusés!”) produce cáncer.
–Infeliz vegetariana / Que adoras a Vishnú / Mariposa tibetana / Eso eres tú –cantaban las Vainica.
Los veganos de la OMS están entre "La vegetariana" de Vainica Doble y el humor negro del juez Pedraz (su ensayo en forma de auto judicial con motivo del caso Zapata), de manera que si Fran Capra hiciera hoy su “Arsénico por compasión” las tías de Cary Grant despacharían a sus invitados sirviéndoles, en vez de unas bolitas de arsénico, unas lonchas de jamón.
Los veganos de la OMS cierran así el perímetro de seguridad de la Onu contra los tres enemigos del alma: el mundo (cambio climático), el demonio (capitalismo) y la carne (esta cuaresmilla del cáncer).
–Pero ¿cómo no vamos a darle al jamón, si somos españoles?
También Coppola es el director de “El padrino” y tiene prohibido (¡en Oviedo, por contrato!) que le toquen “Brucia la Terra”, el perfume embriagador del vals siciliano de Nino Rota.
Hoy, Pepe Brageli, apoderado de Curro, ya no tendría que dejar su dentadura postiza sobre el plato de jamón en la barra del bar para ir tranquilo al lavabo; le bastaría con un periódico abierto por la “noticia” de la OMS, cuyos gamberros se limitan a jugar con el dilema ético descrito por el filósofo Peter Sloterdijk: el dilema del hombre socialdemócrata, que radica en el hecho de que piensa como vegetariano y vive como carnívoro. (Ese ir de progres enloquecidos y vivir como fachas tranquilos, tan nuestro.)
Mal asunto, en fin, para la industria cárnica, pero bueno para la industria universitaria, cuya clerigalla profesoral aprovechará para ponerse al día en pastoreos morales con la fábula del salvaje y los corderos de Santayana o con las hipótesis de Jeremy Rifkin (“Beyond Beef: The Rise and Fall of the Cattle Culture”) sobre el paralelismo entre la historia humana y la de la cría de ganado.