Valle de Esteban
-Pero un día, oh, día infausto, llegó para mi casa la hora del infortunio y nos visitó la pobreza; y entonces, yo madrugué un poco más y ayudé más misas y ya no volví a ceder a nadie los cuartos que al besarles la mano dejaban en la mía, después de haberle ayudado la misa, el padre Ángel y el señor abad, y don Andrés y el señor penitenciario... Y así gané yo mi primera peseta.
Carlos Arniches