La bici no hace a Einstein
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Si carece del trapío de Cristiano, del tiento de Zidane, de la relojería de Romario, de la mano de Maradona, de la perspicacia de Cruyff, de la omnipotencia de Di Stéfano y de la divinidad de Pelé, ¿a qué tanto incienso con Messi?
–¡Es que Messi va en bici!
Ese “¡Messi va en bici!” es “¡el rey va desnudo!” del cuento de Andersen, y lo ha gritado desde Taiwán un profesor de Cultura Española, José Campos, en la Universidad de Wenzao:
–Contra la antigua ley de la calle, la moderna escuela de inmersión igualitaria, que deviene en la creación de tácticas de libre tránsito, donde, a modo de becarios, hombres hechos y derechos trabajan para que triunfe la figura que el poder ha elegido.
Los ciclistas van por las aceras, y se les deja pasar. Es la política del carril, copiada de lo que enseña la escuela: hacer pasillos para que pasen los de la beca, que representan al hombre de la calle. Ese hombre que se solidariza, que se aparta cuando viene un ciclista, o él mismo pedalea porque así se monta en la historia y se siente protagonista.
Es el pasillo de Messi, por donde el hombre común va con el balón y regatea a todos, y se le hace un carril, dejando que pase.
Messi es el elegido, el mejor hombre de la calle: se ha aprendido el pasillo, por él pasa, y no se le conoce frase.
–Con él, en Messi, en su juego de pasillo, de colegio de hoy, se percibe la singular correlación de metáforas de los tiempos que corren.
Ver a Messi venir es ver venir la bicicleta en la acera, el carril subvencionado, a Messi con el balón, y el pasillo para él.
No es el pasillo del portugués orgulloso que salió en un puente al paso del ejército invasor del duque de Alba: “Passai, passai, que náo vos farei mal.”
Es el carril del demócrata igualitarista, que quiere a sus hijos iguales, incluso al precio de su nulidad.
Es la nueva ordenanza del fútbol, con Messi por tótem.
Lo dicen el fifo Blatter y el uefo Platini, que piden protección y Balones de Oro para su idolillo; lo dice el obispo Sistach, que demoniza a la competencia, que es portuguesa; y lo dicen los árbitros Stark, que le quita de encima a Pepe para allanarle una Champions, y Pérez Lasa, que le indica cuándo y cómo tirar la falta para sorprender a Courtois.
Mirar a Messi es “foul”.
Messi es la ortodoxia, pero como España no concibe la ortodoxia sino “adversus” el hereje, cada pipero necesita de un hereje, y Portugal está en oferta.
–España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vectores o de los reyes de taifas.
Así habló Zaratustra, que era de Santander.
De aquí, ay, la confusión de himnos del Real.
Un himno, nos dice Eça de Queiroz, es la definición musical de un carácter: según
el compás, así el movimiento moral de la nación. La Marsellesa avanza como una espada desnuda… El God Save the Queen, como dejando tras de sí un manto real…
¿Y vosotras, mocitas madrileñas del
Nessun Dorma?
LAS ENCUESTAS
Una rama del “periodismo metonímico” (Pedro Ampudia) son las encuestas, que valen para decir lo que no se quiere firmar. “¿Es Mourinho un ornitorrinco?” Tres bolingas dicen que sí, dos que no y uno no contesta. Titular: “Mourinho es un ornitorrinco”. Lo dice el pueblo. Son las “enquêtes” de Camba, que se negaba a escribir “encuesta”. La prensa de los combatientes sacó una encuesta según la cual el Madrid se había quedado sin aficionados por culpa del fútbol pestiño de los 121 goles. Ahora sacan otra en la que esa afición que ya no existe pide el despido del entrenador.
Julio Camba