Gobernadora con iPad
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Al español lo mata, siquiera de hambre, el aparentar.
¿Qué necesidad hay de ir a un restaurante, si no tenemos para pagar?
Esa pareja treintañera en chándal que se sienta a cenar “opíparamente”, que diría Muñoz Molina: maniobra de esgrima (¡cinta de estocada marchando!) contra la carta, flanín casero (que quiere decir con nata de spray) y a la acera, a echar el cigarrito constitucional, primero ella, al rato él, y de ponto, pies para que os quiero, con un camarero, a voces, detrás.
Ese niño que, a los postres, dice “¡tengo hambre!”, y el padre, mientras pide la cuenta, lo manda a callar: “¡Comes luego! ¡En casa!”
Esa familia numerosa y arregladita como para ir de boda que en jueves de labor entra al restaurante, tritura los platos más caros de la carta, se esfuma y deja al “pater familias” con la tarjeta que no hay manera de pasar.
–Pues me va usted a acompañar a buscar un cajero.
–Hombre, yo soy camarero y no estoy aquí para acompañar a nadie a un cajero. Mejor me deja usted en prenda su iPad y ya vendrá a pagar cuando pueda.
El iPad es la nueva circunstancia orteguiana: “Yo soy yo y mi iPad”. A dos diputados peperos los han pillado jugando con el iPad en la votación de la cosa sanitaria y los tuiteros se han disfrazado de mujeres barbudas de “La vida de Brian” para apedrearlos: “¡Jehová! ¡Dos diputados han dicho Jehová! ¡Lapidación! ¡Lapidación!”
No se habían apagado los ecos de la escandalera cuando la gobernadora de Madrid, Cristina de los guardias, tuiteó, al hilo del Día de los Inocentes, lo que acaso para ella sea una greguería: “Encontrado el cadáver del bebé de 16 meses secuestrado en Almería. ¡Ojalá pudiera decir que esto es una inocentada!”
–Ten más de lo que aparentes, habla menos de lo que sabes, ve mejor a caballo que a pie… –son algunas de las máximas que el bufón le enseña al rey Lear.
Demasiado tarde para Flores, el gran calabacero del Halloween madrileño. Y ahora, los calabacines.