Creo que su recalcitrante izquierdismo era sólo una forma vectorial de
deprecación. La necesidad del aguijón. Un recurso teatral. ¿O es que
acaso tiene ideología el puro ingenio?
Hughes
Siempre soñé con un superdebate televisado entre César Vidal y Gore Vidal que a modo de supertertulia definitiva determinara para siempre qué paradigma debía regir en el planeta. Pero ya no podrá ser porque Gore Vidal se ha muerto. Hijo de la sociedad de Nueva Inglaterra, de ese mundo culto y acomodado, pudo haber sido un Auchincloss, tan recto y melancólicamente sometido, pero salió tal cual era: efervescente y necesario como un alka seltzer. Para mí, Vidal era a la derecha americana lo que Nils Crane a un macho alfa en un capítulo de Frasier. Vidal era un modelo planetario para la gauche divine y para los intelectuales comprometidísimos -las sociales, que dice Mario Vaquerizo- y los antiamericanos del mundo le imitaban de la misma forma lejana e imposible en que algunos actores imitan a Marlon Brando. Inventó el “acto homosexual”, que hiciera posible llevar una vida completamente hetero plagada de actos rosas y se cuidó mucho de distinguir entre escritores académicos y escritores ingeniosos, populares, teniéndose siempre por lo segundo. Creo que su recalcitrante izquierdismo era sólo una forma vectorial de deprecación. La necesidad del aguijón. Un recurso teatral. ¿O es que acaso tiene ideología el puro ingenio?
En La Gaceta