Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El gobierno madrileño plantea la posibilidad de enviar a los niños al colegio con la comida casera en un “tupper”, y el jefe socialista ha soltado un exabrupto (ideológico) de cáscara crujiente:
–El “tupper” es predemocrático.
¿Y qué tiene que ver la democracia con el “tupper”?
Estamos hablando de Tomás Gómez, que, según el ABC, luce un seis por ciento de grasa corporal y levanta cincuenta kilos con un brazo, como corresponde a un hombre que dejó en Parla una de las deudas más formidables de España.
La deuda de Parla y el tropo del “tupper” convierten a Gómez en el “harrijasoketa” y “bertsolari” del socialismo castizo. Puede que sea ese cirujano de hierro que pide para España Miguel Ángel Aguilar, que aspira a suceder a Punset en el liderazgo tranquilo de la indignación nacional. Pero a mí, políticamente, Gómez sólo me parece un nuevo rico.
No se puede decir que un “tupper” es predemocrático y luego ir en bici por la acera y llevar nevera a los toros.
Con su Harley, su Pilates y su dieta de atún, Gómez es lo que Ortega llamaba un señorito.
–Incapaz de producir, todas las cosas del mundo, al llegar a él (al señorito) se convierten en meros dijes y ornamentos, que pone sobre su persona para vanidoso lucimiento.
Con su teoría del señorito, formulada en agosto de 1930, explica Ortega la contradicción que hay entre que España posea tantos automóviles y sea el lugar donde menos empeño existe por tener una industria de ellos.
Este señorito, dice Ortega, sólo se da en Argentina y en España. Valdano en el fútbol, y en la política, Gómez, que no sabe que el primer consumidor mundial de “tupper” es… el país de frau Merkel, es decir, la derecha alemana.