Jorge Bustos
Estimado Ricardo. Me explicaba el otro día Eugenio,
mi pedagógico entrenador de boxeo: “Mira, yo hago hombres, además de
boxeadores. A los orgullosos les digo que el orgullo en el ring sólo te
lleva a la lona. Y a los tímidos trato de picarles, de sacarles algo de
descaro”. No me atreví a preguntarle por el grupo en el que a mí me
ubicaba, pero estoy seguro de que a ti te inscribiría en el segundo si
no existiera un tercero: el de los que directamente deberían estar en su
casa o en el templo animista o haciéndole la competencia al pato Donald
en el photocall de Disney World, donde se cuenta que has pasado tus
inmerecidas vacaciones. Ni siquiera Mourinho, que es todavía mejor entrenador que Eugenio, ha podido prender en tu algodonoso pecho de Billy Elliot
manga la chispa más ínfima de la competitividad, de la disposición
caníbal que se precisa para jugar en el Real Madrid. Podrías robarle el
fuego que le sobra a Ramos como un Prometeo de sambódromo, pero probablemente te quemarías.
Ay, Ricardo,
muchacho, no sabíamos que las sectas robaran tono muscular aparte de
dinero. Mientras rezamos para que no termines procesionando al nuevo
cráter de El Hierro, convendrás con nosotros en que jugar un 42% de los
minutos posibles en la pasada campaña debería haberle bastado a la
aureola que se le presupone a una estrella para aflorar de una santa
vez. Ya que no te decides a colgar las botas y a tomar los hábitos de
telepredicador sudaca, tendrás –deseamos todos– en otro equipo menos
impaciente la ocasión de pulverizar a otras latitudes las penúltimas
gotitas del exangüe tarro de tu fútbol.
No te has ganado las
vacaciones y no porque no hayas querido, sino porque ni siquiera has
sido capaz de cansarte, que es un verbo que cualquier español conjuga
hasta en el paro. Tampoco te excusa la oriundez –que ha servido incluso
para disculpar a Ronaldo por sus atrabiliarias
confusiones nocturnas entre hombres y mujeres–, porque has conocido las
favelas con la misma turística asepsia con que besa namibios Brangelina en
sus giras antievangélicas de solidaridad bajo focos. Eres un brasileño
blanco y machadiano, bueno en el buen sentido de la palabra, que es un
sentido que colinda con el de feble o el de tonto. Qué le vamos a hacer
si con la bondad no se ganan Ligas, según ha demostrado Mou.
“Para
celebrar mis 50 años, hice el amor tres veces, maté tres palomas
seguidas en el club, bebí un cajón de whisky con amigos y miré al océano
en busca de peces gordos toda la tarde”, anotó Hemingway. Para tu medio siglo, Kaká,
te imagino vaciando no más allá de tres caipirinhas de frutas del
bosque, besando a tu mujer en la mejilla y escribiendo luego una carta
de contrición a Florentino, porque aún seguirás siendo el jugador más caro de la historia del club. Cristiano al final salió barato.