Marroquíes, remanso de paz.
Sempiterno 1er. Premio
Francisco Javier Gómez Izquierdo
En mayo de 1988 vine a Córdoba con la intención de marchar a los dos o tres años. Han pasado 24 y espero pasar otros 24 en una ciudad que si le coges el “tranquillo” no se está peor que en cualquier otra. Aquel mayo del 88 descubrí el paseo. Uno, como cateto gamonalino, pensaba que andar era ir a algún sitio y siempre por el monte. Cuando bajábamos a Burgos de vinos, al Plantío a ver a Viteri, y a Fuentes Blancas a asar careta de cerdo, no pensábamos en el verbo pasear. Pasear era ocupación de jubilados y entretenimiento de nuestros padres que miraban escaparates los domingos con los paisanos del pueblo.
Mayo es tiempo de patios en Córdoba y desde que los vi por primera vez no he cambiado de opinión: es lo más exportable de la ciudad y el rato más agradable, por lo sorprendente, que pueden disfrutar el vecino y el viajero..., pero si está usted tentado a sucumbir a la tentación de visitarlos, no lo haga en fin de semana, y en contra de la opinión de los que quieran hacerle ver que los mas interesantes son los de San Basilio, elija las rutas que recorren Santa Marina y San Lorenzo y seguro que lo agradecerá. Si entra de primeras en San Basilio, es muy posible que se agobie usted un mucho, viendo las conductoras de jubilados organizando colas a la entrada de cada portal con un pañuelo atado a una antena de radio en alto, en una Babel ensordecedora. El domingo pasado me causó muy mala impresión un portalón abierto vendiendo cocacolas y gintonics y cómo en uno de los patios más llamativos servían gazpacho por la voluntad. Uno, que no es del pueblo, no querría ser tiquismiquis, pero ya he leído varias quejas de personas sensatas afeando una picaresca que no casa con la categoría de “patrimonio de la humanidad” que se pretende. Apunte en su cuaderno el patio de Marroquíes, el de Tafures, el de San Juan de Palomares... y todos los que encuentre entre el barrio de San Agustín y San Lorenzo. Patee las callejuelas, bébase un Moriles y pruebe el salmorejo y luego siéntese junto al Guadalquivir.
Mayo es tiempo de patios en Córdoba y desde que los vi por primera vez no he cambiado de opinión: es lo más exportable de la ciudad y el rato más agradable, por lo sorprendente, que pueden disfrutar el vecino y el viajero..., pero si está usted tentado a sucumbir a la tentación de visitarlos, no lo haga en fin de semana, y en contra de la opinión de los que quieran hacerle ver que los mas interesantes son los de San Basilio, elija las rutas que recorren Santa Marina y San Lorenzo y seguro que lo agradecerá. Si entra de primeras en San Basilio, es muy posible que se agobie usted un mucho, viendo las conductoras de jubilados organizando colas a la entrada de cada portal con un pañuelo atado a una antena de radio en alto, en una Babel ensordecedora. El domingo pasado me causó muy mala impresión un portalón abierto vendiendo cocacolas y gintonics y cómo en uno de los patios más llamativos servían gazpacho por la voluntad. Uno, que no es del pueblo, no querría ser tiquismiquis, pero ya he leído varias quejas de personas sensatas afeando una picaresca que no casa con la categoría de “patrimonio de la humanidad” que se pretende. Apunte en su cuaderno el patio de Marroquíes, el de Tafures, el de San Juan de Palomares... y todos los que encuentre entre el barrio de San Agustín y San Lorenzo. Patee las callejuelas, bébase un Moriles y pruebe el salmorejo y luego siéntese junto al Guadalquivir.
En mayo, siempre en mayo.
Marroquíes, en martes
El patio más auténtico
Bulla en una cola de San Basilio
Tafures
Otro patio premiado