Cebadas en La Zorrera
José Ramón Márquez
Los toros no lo saben y siguen, como un día más, sus querencias, al agua, a la sombra, a echarse; los cuatreños ya apartados para El Puerto, para Pamplona, para Saint-Martin, las vacas con sus caras de listas, los utreros que aún no saben el fuego que llevan dentro, no lo saben y siguen recorriendo La Zorrera al impulso de sus querencias, sin saber que se les ha muerto el amo; que ellos no sabrán nunca que se les ha muerto el amo, ni lo sabrán cuando les pongan la divisa de luto en la espalda, antes de salir a la Plaza, que aunque se les haya muerto, en su manera de embestir, en su casta, en sus formas estará el amo, que les hizo a su gusto, como un dios menor que ordena las cosas con paciencia de lustros y acomoda el mundo a lo que debe ser. Ellos no saben que son lo que el amo quiso que fueran y nunca sabrán que hoy falleció su hacedor, un viejo ganadero de los que ya casi no nos van quedando, un ganadero de bravo, don Salvador García Cebada. Que la tierra le sea leve.