Hughes
Pura Golosina Deportiva
Una manera de verlo es que hace unos meses hubiera sido una paliza. Otra es que no cayó goleada por Courtois. La derrota es un hecho, pero el vaso ¿medio lleno o medio vacío? El Madrid estuvo vivo un buen rato y hubo jugadores que brillaron, los de detrás. Courtois, por supuesto, y Tchouaméni y toda la línea defensiva salvo Huijsen, irregular y horchatoso, sin ser una calamidad y con algún buen intento de construcción. El resto del equipo fracasó. Bellingham hizo una buena primera parte y Vinicius ganó su 6’5 por correoso, insistente y honrado, pero no se fue de Bradley.
Y la conexión que venía definiendo lo mejor del Madrid, la Güler-Mbappé, quedo en nada. No se vio.
El Liverpool empezó con una presión enloquecida. Daba miedo el Liverpool por la altura y fuerza de sus hombres. Casi que Salah ya es lo de menos. Tienen una media espectacular y Ekitike parece un proyecto de algo nuevo, un delantero experimental, en la línea inteligente y evolutiva que ya emprendieron con Firmino.
La presión agobiaba al Madrid y a cualquiera y la empalizada se saltó con un pasecito de Carreras para Vinicius. Saltó la valla Vinicius y descubrió la libertad y a su correr miró el Madrid, que se fue hacia allí.
En ese primer ir y venir, el Madrid estiraba sus costuras de equipo en formación.
En esos instantes, Camavinga, que salió por la derecha, aportaba cambios de juego y algún tackling providencial y Bellingham brillaba en la presión alta. El Madrid metía al Liverpool en su campo y jugaba minutos de gran calidad. El Madrid parecía capaz de todo. Todos corrían y Vinicius se iba hasta su área a ganarse una amarilla.
Carreras detenía a Salah, lo controlaba, y escoltaba con ojo a Vinicius.
Algo cambió en el minuto 27, cuando un error de Huijsen acabó en paradón de Courtois. Consiguió una postura en la que maximixó su ocupación del espacio, se hizo envergadura toda; un brazo por aquí, otro por allá, y lo mismo con las piernas, y así nubló al delantero. Es una cualidad como de superhéroe.
El Madrid sufrió a partir de ahí. Se estudió un posible penalti de Tchouaméni, que no era, pero ya entonces se sentía que, de concederse, el Madrid no tendría fuerza ni fútbol suficiente para sobreponerse al tiempo, a la grada y al Liverpool.
Hubo una ocasión; llegó Güler al área, pero igualó en candor a Huijsen, y quedó definido en parte el Madrid actual. Esos dos jugadores son quienes tienen que armar el juego, cambiarlo, dirigirlo, conseguir imponer el ritmo y la salida, pero parecían niños entre los Konatés, Gravenberch y compañía.
La presión del Liverpool se intensificó y Courtois tuvo que seguir parando, en especial un tiro de Szoboszlai.
El Madrid todavía se sostenía y respondía en la primera parte, aun entero; en el 44 Bellingham tuvo una ocasión tras recorte suyo en carrera a pase de Vinicius, lo único del fútbol del Madrid.
Nadie nunca por la derecha.
Quizás por eso, Alonso cambió la posición de Arda y Camavinga. Devolvía a Güler a la derecha cuando había fracasado en el centro. Lo volvieron a expulsar de allí, a anularlo con presión y empuje. Güler está encimismado porque cuando lo enciman, no puede girarse, no termina de ofrecer una salida segura al Madrid. Cuando hay presión fuerte, el primero que la acusa es él.
Del descanso el Madrid salió con ese retoque pero con menos tensión y además empezó a manifestársele el problema del juego aéreo.
Vinicius defendía en un córner a Van Dijk y le llegaba al esternón. La acción consistía, al parecer, en estorbar, dejarlo llegar y que rematara solo, cosa que exigió otra parada refleja de Courtois. ¿Es posible lesionarse los nervios? Que la respuesta sea tan rápida que colapse un nervio. Courtois arriesgaba la salud instintiva.
EL Liverpool no sólo parecía más alto. Subió su ritmo y choque a choque fue ganando los balones divididos, conquistando cada espacio en liza, cada medio metro. Pronto, el Madrid ya mostraba un cráter de nada alrededor de la mediapunta, la gran mediapunta que era también el mediocampo. Era una sensación conocida.
No había mediapuntas ni dirección, ni había nueve cuando Carreras, ascendido de nuevo a la comparación con Maldini, llegó al ataque. Se paseó la pelota pero no había nadie y si no había nadie allí, ni estaban en la mediapunta, ¿dónde estaban? El equipo ya se rompía.
Esto, prometo al querido lector, lo pensaba este ínfimo plumilla y lo estarían pensando muchos. Se frisaba el minuto 60 y ¿por qué no cambiar? Se pensó, lo pensamos. Mueve el banquillo ya. Aunque no haya mucho.
Pero cuando nos contestábamos a nosotros mismos diciendo que Xabi no lo haría, llegó el gol de Macallister, de cabeza en un saque a balón parado, cómo no.
De nuevo, el vaso medio lleno: te ha ganado un equipo de gigantes, la mayor inversión de Europa, a balón parado. De nuevo, el realismo belga: sin Courtois, hubiera sido una noche negra.
El cambio llegó después, tarde ya, y era Rodrygo, de nulo impacto en lo estructural. Comenzó a planear en ataque con jugadas poco agresivas en las que rifaba la pelota como si el partido no tuviera importancia.
El ataque del Madrid ya era individualista y volvía a caerse el barniz, a aparecer el año pasado, la cara ajada, el rostro grotesco. ¡Tú otra vez!
El mayor cambio fue que Mbappé decidiera activarse. Apareció entre los vivos en el 74, con un remate a pase, quién si no, de Vinicius.
No solo Courtois salvó al Madrid, también participó Militao. Y más allá de uno u otro, la forma en que la defensa sujetó al equipo o resistió esos minutos significó algo. Aunque sólo fuera la forma de sufrir. Algo se puede salvar y fue eso.
El ataque eran jugaditas de fogueo de Rodrygo y salió Brahim después, que parecía un gnomo entrando en el bosque de Konatés.
En la grada de Anfield gritaban como desorejados. Gritaban los ingleses viejos pero exactamente igual hacían los ingleses nuevos, de modo que no hay nada genético. El comportamiento de la grada Kop lo explica el ambiente. Si vinieran aquí, estarían comiendo pipas y murmurando de Vinicius.
El Madrid atacaba con soliloquios baratos y no ganaba una por alto. Volvía a parecer antiguo en lo táctico y en lo físico. En esos minutos, además de agarrarnos a Courtois, luchamos por rechazar un pensamiento: que el Madrid no está donde estaba pero tampoco mucho más cerca y que la mejoría será larga, y no dependerá de Xabi Alonso sino de que lo que hay, en el mejor de los casos, madure. Alonso no puede acelerar el níspero, urgir al membrillo.
