sábado, 11 de octubre de 2025

Feria de Otoño. Ciertos novillos mansos de Fuente Ymbro hicieron reflexionar a la novillería y al cotarro. Campos & Moore

 


PEPE CAMPOS


Plaza de toros de Las Ventas, Madrid.
Viernes, 10 de octubre de 2025. Sexto festejo de la Feria de Otoño. Novillada con el mismo cartel de la final del certamen «Cénate Las Ventas». Novillos de Fuente Ymbro. Tres cuartos de entrada. Tarde otoñal ideal para el toreo.


Novillos de Fuente Ymbro, de origen Jandilla —sangre Domecq—. Bien presentados, algo pobres de pitones a excepción del sexto. Mansos (2º, 3º y 4º). Algunos flojos (1º, 3º y 4º). Nobles. Primero, basto, muy castigado en varas, parado en la muleta; el segundo, escurrido, reservón —tardo y remiso—; el tercero, cuajado; cuarto, corto, de poco celo; quinto, escurrido y alto, estrecho de sienes; sexto, hondo. Quinto y sexto derribaron al caballo, el sexto empujó en esa pelea.


Terna: Bruno Aloi, de Ciudad de México (México), de caldera y oro, con cabos blancos; de veinticuatro años; silencio y silencio tras aviso. El Mene, de Zaragoza, de tabaco y oro; veinte años; saludos tras aviso y saludos. Pedro Luis, de Lima (Perú), de azul real y oro; veinticuatro años; silencio tras dos avisos y silencio tras un aviso. 

Suerte de varas. Picadores: Primer novillo —Teo Caballero—, primera vara, con novillo puesto en suerte, trasera y caída, muy larga, le tapa la salida al novillo que se acuesta y finalmente se repucha; segunda vara, sin poner en suerte, detrás de la cruz, metisaca y se repucha. Segundo novillo —Alberto Sandoval—, primera vara, sin poner en suerte, picotazo y sale suelto; segunda vara, le mete el banderillero al caballo, picotazo caído, sale suelto. Tercer novillo —José Adrián Majada—, primera vara, en suerte, detrás de la cruz y sale suelto; segunda vara, en suerte, detrás de la cruz y sale suelto. Cuarto novillo —Antonio Prieto—, primera, sin poner en suerte, detrás de la cruz, picotazo caído y sale suelto; segunda, en suerte, detrás de la cruz, picotazo y sale suelto; una tercera vara en el cuatro, por Teo Caballero, caída y sale suelto. Quinto novillo — Héctor Piña —, primera vara, al relance, trasera, derriba el novillo y sale suelto; segunda, en suerte, trasera y caída, sale suelto. Sexto novillo —Manuel Sayago—, primera, en suerte, detrás de la cruz, caída, derriba el novillo y sale suelto; segunda, en suerte, detrás de la cruz, empuja y se repucha.


La fiesta de los toros se basa en el toro bravo, pero este toro ideal normalmente no suele salir a los ruedos. Ayer los astados (novillos) de Fuente Ymbro en mayor número salieron mansos. El toro manso —ayer, novillo— si es realmente un animal de esa condición, suele plantear una lidia prolija que hace pensar a los toreros. Si el resultado de esta reflexión a la que se somete a los diestros, a la hora de resolver los problemas de la lidia, es acertada, entonces la brega se hace rápida y corta; pero si en el proceso de esa reflexión el peonaje y los matadores no ven la luz, surge en la lidia el trajín, la lentitud y la fatiga. En la novillada de ayer lo pudimos experimentar en el tiempo que duraron las lidias de los novillos del segundo al cuarto, los tres astados más mansos de los que se corrieron de la ganadería de Fuente Ymbro. Una ganadería que lleva varios años lidiándose en abundancia en Las Ventas y que sus ejemplares han presentado, en tantos festejos, toda la gama posible de comportamiento imaginable del toro bravo. La enseñanza de ayer tarde fue que unos astados que pedían, por su renuencia a ir al caballo, ser picados en terrenos más cercanos a la querencia de los chiqueros, en Madrid, hacia los tendidos seis, cinco y cuatro, todos los lidiadores —desde el matador al piquero, pasando por los subalternos— se empeñaron en que los novillos fueran picados en terrenos de la contra querencia, en el lado opuesto a toriles, es decir, en el tendido ocho, lindando con el tendido siete. Una y otra vez se pusieron los novillos en suerte, o se pretendió, y estos no acudían al caballo; y se les volvía a capotear —con todo lo que esto significa de tiempo, tarea y cansancio— y a continuación se acababa situando a los cornúpetas en el mismo terreno de partida del que habían sido sacados. Hablamos de la segunda raya de picar donde se juntan los tendidos ocho y siete, desde donde los novillos no querían ir al caballo de picar, que se movía como podía, atrás, adelante, a derecha y a izquierda, para terminar el piquero llamando al novillo de turno, y, el astado, como respuesta, mostrando su disconformidad, sin mirar al equino, ni haciéndole caso, sino oteando a la torería que estaba próxima y que a su derecha contemplaba la escena.


Durante la lidia de esos tres novillos, el tiempo se detuvo mientras se desarrolló la suerte de varas. Los capotazos se sucedieron, los novillos se ponían en suerte —más allá de la segunda raya— y de manera renuente se salían de ella, hacia donde estaban los toreros o emprendían el camino de los terrenos del sol. Desde allí, donde acababan de situarse ahora, se les volvía a llevar al mismo terreno de partida de antes. En fin, así estuvimos un buen rato, en esas lidias, en cada una de las varas que se ensayaron, no siempre bien resueltas. Si se hubiera llevado presto a los caballos hacia los tendidos de sol, más cercanos a la querencia de toriles, la suerte de varas se había producido, en cada momento, en menos espacio de tiempo y con menos capoteo. Incluso, si los picadores se hubieran decidido a pasar la primera raya, en cada caso, yéndose hacia los novillos para picarlos, también. Debemos comentar que la primera raya surgió cuando no existía peto, allá en la segunda década del siglo XX, para evitar que los del castoreño se fueran hacia los medios pues, en ocasiones, querían evitar las tablas donde morían muchos caballos al ejercitarse la suerte. Después, una vez instaurado el peto esta raya fue de menor utilidad porque los picadores ya prefirieron la cercanía y el resguardo de las tablas que les daba seguridad. Esa raya se mantuvo y en los años sesenta del siglo pasado surgió la segunda raya, que venía a ser una manera de darle una distancia a la arrancada de los toros hacia el caballo para ver su bravura, se supone que en persecución de un canon de bravura y en recuperación de la belleza de la propia suerte. Es decir, una vez visto que el toro no quiere ir al caballo, tras insistirse en ponerle en suerte, en uno, en dos o en tres intentos, si se ve que es manso y se quiere resolver con prontitud y presteza, el piquero debería irse hacia el toro y pasar esa raya que está ahí como motivo de las distancias y no por las primitivas cuestiones cuando no había peto. Digamos que la suerte de varas es esencial para medir la bravura del toro. De ahí en la tauromaquia moderna la existencia de las dos rayas. Pero si el astado muestra un comportamiento comprobadamente de manso, no es mala solución —aparte de poderle picar calibrando su querencia— acortar distancias, siempre que impidan el ir y venir de los capotazos que tanto brío y naturalidad restan a los toros.


A la hora de comentar la labor de los novilleros de ayer, hay que comenzar por Bruno Aloi, que ya lleva un buen ramillete de actuaciones en Madrid. En su primer novillo, dado que este salió quebrantado de la suerte de varas, muy parado y sin fuelle, no tuvo otra opción en la faena de muleta que irse a por la espada y pasaportarle de una buena estocada en la cruz, en la suerte contraria. Con el capote había intentando verónicas de inicio pero sin templar los lances. En el cuarto novillo, tal vez, no acertó en el gobierno del animal que mostró poco celo, la labor salió deslucida, en los terrenos del ocho al diez. Antes de entrar a matar fue empitonado y desarmado. Lo mató de una estocada en la suerte contraria, hacia la querencia de chiqueros, algo delantera.El Mene, también volvía a un nuevo paseíllo en la plaza de Madrid. Es un torero de muy buen corte, elegante y con la ventaja —no poca— que sabe matar como mandan los cánones. Si bien, en el toreo normativo debería dar un paso adelante para llegar a plasmar en su toreo toda la calidad y clase que se le intuye y seguramente posee. Quiere decirse que debería echar la muleta más de frente, por delante de su cuerpo, y no dejarla tan retrasada, aparte de cruzarse un poco más con los astados. Su toreo ganaría en eficacia y en profundidad, y conseguiría un mayor eco en los tendidos. A su primer novillo, sin llegar a torearle mal, no le vio la posibilidad de dejarle la muleta en la cara tras cada pase para poder ligárselos. Se mostró con solvencia, pero no debe esperar a que sea el astado el que ponga la solución a cada trasteo. Él debe pisarle los terrenos. Mató de una buena estocada en la suerte contraria. Al quinto, un novillo de buen son, le dio algunos pases excelentes al comenzar la faena, apreciamos cuatro pases de la firma, de toreo caro, poco visto. La labor fue a menos, tal vez empeñado en una tauromaquia de muleta retrasada que no le ayuda. Mató de dos pinchazos en la suerte contraria, el segundo agarrado.


Pedro Luis, venía de haber toreado al natural durante el verano en Madrid con mucha verdad. Se esperaba mucho de él. Puede que no esté hecho todavía y que le falte rodaje. En su primer novillo toreó en los medios y el astado se le abría mucho, se iba de la suerte. No intentó cerrarle un algo, o llevarle a terrenos del sol donde hubiera encontrado, puede que sí, otra versión la faena. El novillo era tardo y le costaba tomar los engaños, y cuando lo hacía mostraba violencia y renuencia, y se iba. No consiguió sacarle partido. Muchas pausas. Lo mató de una estocada algo atravesada en la suerte contraria. En el último novillo de la tarde, el que mayor trapío del encierro, que había empujado en el caballo, le faltó cruzarse más, mientras el novillo, que tomó en alguna ocasión con buen ritmo la muleta, se fue apagando. Lo mató de un pinchazo caído en la suerte contraria y de media estocada atravesada en la suerte natural.

 

 
El ganadero 

 

ANDREW MOORE

  

 


 


 



FIN