Reffell-Sheehan
Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
Don Estrafalario, que habla por Valle-Inclán, dice que la crueldad y el dogmatismo del drama español solamente se encuentran en la Biblia.
Y ya lo avisó el gran Campoamor: “¡Ay del que va en el mundo a alguna parte / Y se encuentra a una rubia en el camino.”
La proverbial crueldad española quiso que el comunista Saura, ministro de los guardias en Barcelona, emparejara con la rubia Mayol, esa tenienta de alcalde de Barcelona que, para disimular el par de sueldazos públicos, defiende la “okupación” fingiendo vivir en una de aquellas edades doradas y mitológicas en que, como dijo don Quijote, se ignoraba el “tuyo” y el “mío”. Ella, naïf como un zapato impar, proclama:
–Yo es que soy antisistema.
La crueldad sespiriana, prosigue don Estrafalario, es magnífica, porque es ciega, con la grandeza de las fuerzas naturales. Shakespeare es violento, pero no dogmático.
En ese extranjero del pobre que es Cataluña, la pareja Saura-Mayol encarna el progresismo sesentayochista que en ese extranjero del rico que es Estados Unidos representa la pareja Reffell-Sheehan, artífices de una iniciativa que no podía ser más verde: el Orgasmo Global por la Paz del pasado diciembre.
Para don Estrafalario, la crueldad española tiene toda la bárbara liturgia de los Autos de Fe. Es fría y antipática. Nada más lejos de la furia ciega de los elementos que Torquemada: es una furia escolástica.
–Si nuestro teatro tuviese el temblor de las fiestas de toros, sería magnífico –concluye don Estrafalario–. Si hubiese sabido transportar esa violencia estética, sería un teatro heroico como la Ilíada. A falta de eso, tiene toda la antipatía de los códigos, desde la Constitución a la Gramática.
En el extranjero del pobre, un manual de ceremonias para los días más grandes, el manual de Surroca y Sens, propone amenizarte la boda con textos de Joan Maragall (“Jo d’aquest mort no sabría parlar-ne / sino després d’un silenci molt pur”, fue el dístico que para él improvisó Eugenio d’Ors en el día de su entierro) y de la... Constitución Española. Delante de unos novios, ¿cómo competir desde la liturgia romana con la belleza del Título Octavo de la Constitución Española?
Desgraciadamente, hace falta ser rico para poder sostener una vida pobre, retirada y casi paradisíaca como la de todos los Saura-Mayol que “okupan” el Presupuesto . Y de eso solía quejarse Ruano, que presumía de haber vivido siempre en un nivel más alto del que económicamente le correspondía.
–Puede decirse que viví como sabemos hacerlo más bien los pobres, que somos los que nos gastamos el dinero, sobre todo si tenemos heredado un sentimiento de ricos al que sólo le falta la coincidencia con la realidad.