@realmadrid
Hughes
Pura Golosina Deportiva
Todo lo que el miércoles era ilusión y burbujeo, se convertía en decepción el domingo. Sentía ganas infantiles de ver el partido, pero me doy cuenta de que más que por ver el partido era por no ver lo otro, porque una vez ante el evento, sentí frustración.
La Liga el Madrid la podría tener ya encarrilada y a base de garrotazos la han dejado "competida". Esto desmotiva. El cartelito de "Respetar el fútbol, respetar al árbitro" se leía más bien así: "Al fútbol se le respeta, eh, se le respeta".
No jugaba Valverde, así que no podía ser muy importante.
Salía Brahim de titular. Tiene que haber por ahí un dato que revele el porcentaje de lo que Brahim consigue como titular y como suplente. Si sale de titular parece que pierde tino.
Esto son supersticiones, tonterías, pero tampoco contribuía a La Ilusión.
Modric perdió dos balones en tres minutos, pero ya no irrita. En mí ya hay una total aceptación budista de Modric. Él decidirá su final y yo asumiré su Tiempo también sobre mí.
Había ocasiones del Madrid desde el principio. Mbappé jugaba ligerísimo de pies, con una gran precisión. Hacía de director del ataque y buscaba a Vinicius con una comprensión trabajada, sin aspavientos.
Hubo un detalle: Tchouaméni haciendo una segada presionante en la zona del extremo diestro. ¿Se levantó el Estadio soberano a aplaudir?
Se escuchó "Corrupción en la Federación" y el sonido de las voces era distinto, más irritado. Era en realidad un canto que se traían de casa. Un encabronamiento recalentado. Era la auténtica voz del Bernabéu.
Estaba Alaba, pero con poco trabajo. Sólo tenía que recibir y devolver ese balón tedioso que se trasladan los defensas, no bola sino bolo rumiado de fútbol.
Brahim intentaba sus jugadas, siempre pegado al rival, regatea abrazando como esos toreros que dan el pase agarrados del rabo del toro.
Algunas ocasiones eran muy claras. Vini falló un contragolpe de tres contra uno. ¿Es bueno tener tantas opciones? Puede que sea un mal derivado de la abundancia del ataque madridista. Si en lugar de dos opciones hay diez, ¿no hay más posibilidades de fallar?
Este lujo galáctico exige una nueva capacidad de juicio en el futbolista, más rapidez en la síntesis de la decisión. Luego hubo otra ocasión clara: un dos contra uno en el que Vinicius pasó un pelín tarde a Mbappé.
Tras varias turnos, lo intentaba Tchouameni, su zapatazo de penco. Entraba sueño, una crisis de sueño en el plumilla.
A estas horas, o el fútbol es muy bueno o pasan muchas cosas o el somnoliento cae.
No llegaba el gol pero el Madrid estaba bien y aunque empezó Rodrygo por la izquierda (más de extremo), de Bellingham acabó haciendo Mbappé. La timidez de Rodrygo es un hecho. Mbappé fue creciendo hacia abajo (putinianamente, diría un tonto…tonto con balcones a la calle o tonto con palco VIP al Bernabéu), expandiendo su fútbol desde los Urales del gol hasta Mitteleuropa.
Por fin llegó el 1-0, ya entrada la primera parte. El rechace de un córner le cayó con claridad a Modric. Controló con el pecho y la pelota cayó como por un tobogán y le quedó botando a una altura perfecta para hacer con ella muchas cosas (todas decentes, todas positivas). Modric armó el cuerpo con la plasticidad legendaria del águila balompédica y golpeó a la pelota no cuando subía sino cuando bajaba, cuando ella era toda docilidad y posibilidades; en ese golpeo se fusionó la biomecánica y la balística, una volea en la que Modric se volcaba un poco, se incluía en la volea, saltaba él también como el torero al ir a matar. La pelota hizo dos efectos a la vez: uno de dentro hacia fuera y otro de arriba hacia abajo, cayendo en el gol como en un gua. Era un problema de física.
Pese al gol, el Girona siguió cerrado. El Madrid seguía dando muchos toques, se intentaba meter con la pelota en la portería. Quizás ese barroquismo de paredes y contraparedes sea una consecuencia natural de su riqueza técnica. No pueden evitarlo.
Lo mejor era abrir las alas, cruycifficar a los extremos en la cal y que eso abriera espacios como heridas intercostales.
La segunda parte tuvo algún momento casi imperceptible en el que, con 1-0, se rozaba una caída de tensión, pero no fue a más. Apareció Vinicius, más de extremo, menos encajonado arriba.
Pegó un tiro al palo desde fuera del área e hizo muchos contragolpes de los que no hace nadie.
Era el Vinicius insistente de siempre, pero ya sin rabia. ¿Era esto? ¿Así lo querían?
El Girona pisaba campo ajeno, a su modo, pero entonces salía Vinicius corriendo, y es una pena que esa media docena de jugadas asombrosas no le salieran. Fallaba el último pase o lo daba sin encontrar rematador.
Es muy frustrante esa sensación que sólo Vinicius provoca pues sólo él crea la posibilidad.
Empezaban los cambios y se daban datos. Los datos del fútbol. ¿Cómo era cuando no los había, cuando solo estaba Juan María Alfaro? Donde ahora hay datos entonces había sensaciones, premoniciones o insistencias maniáticas en lo que sucedía. En suma: debate. El dato es categórico (y ahí entonces se llama facto o factou, lo irrebatible que exige reconocimiento).
Nuestro convencimiento futbolístico se va haciendo a base de datos, no siempre de goles.
La gran tensión era Vinicius y por fin llegó su gol en otro contragolpe con Mbappé, una larga combinación de inteligencia mutua burlando a medio Girona con tuyas y mías que Vinicius resolvió in extremis con la puntera.
Ancelotti, atacao, ya estaba por sacar a Valverde, que es como su medalla del Cristo de Medinaceli, pero lo guardó tras el gol y en los últimos minutos vimos alguna cosa.
Camavinga salió esta vez muy espabilado: robó, pasó, rompió y asistió en nada de tiempo y le dejó un gol hecho a Rodrygo, con su habitual y ya casi entrañable plof.
Ancelotti le volvió a regalar a Endrick segundillos de fútbol. Le dio un pase claro a Mbappé. ¿Cómo es posible que en una jugada entre los dos Endrick sobresaliera? ¿Que Endrick pareciera el potente, preclaro y generoso? Son destellos, lo propio de las joyas, brillos que puede ocultar un parpadeo. No digamos ya un pestañeo.