sábado, 26 de octubre de 2024

César


Dante

Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


César, antes, era el nombre con que los grandes –Alcántara, por ejemplo– citaban a Ruano. Ahora sólo es una manera de sacar a colación al gracioso de los Morancos o al ministro de Cultura. Cosas del nuevo Siglo de Oro.


En las democracias continentales el ministro de Cultura vive de un malentendido que consiste en llamar cultura a lo que no es más que alfalfa política. En una palabra: propaganda de partido. El ministro de Cultura es paisano del fundador de la Legión, que también amaba a Italia, aunque con mayor motivo: estaba loco por D’Annunzio, a quien había leído. Hoy, en cambio, Barceló, uno de los peces gordos de la cultura ministerial, presume públicamente de no leer a Dante a fin de evitarse influencias a la hora de ilustrar... la Divina Comedia. ¿Dante, cuya única justificación fue el terceto, o el terceto, cuya justificación fue el Dante? ¡Dante, cuya única justificación es Barceló!


El caso es que, ya en su época, Millán Astray, en una de sus salidas más celebradas, se mostraba dispuesto a sacar la pistola cada vez que oía la palabra “cultura”. En la misma situación, nosotros nos limitamos a levantar las manos. Y es que ya se puede decir que el cambio climático es ese fenómeno que impide que haga frío bastante como para que la gente de la cultura lleve las manos metidas en sus propios bolsillos.


La cultura tiene que estar por encima de cualquier visión partidista –declara el ministro.


Se trata del mismo ministro que, ante su posible cese ministerial, se declara orgulloso de haber servido “a las ideas socialistas”, que científicamente se reducen a dos: despojar de sus monedillas a los burgueses y repartirlas entre los proletarios. O sea, el canon digital.


Estas metas culturales de la izquierda contrastan con la de la derecha, a la que nunca le ha gustado el mundo de la cultura, porque no lo controla y porque le ha hecho daño con temas como la guerra de Iraq.


Menudo “tema”, la guerra de Iraq. ¿Y el Gal? Quiá. La guerra de Iraq. La segunda. La de Aznar. En la primera estaba, y con conscriptos, González, de quien también se declara orgulloso el ministro, pues “marcó un nuevo rumbo para este país”. Con González, en efecto, España llegó a tener procesadas por corrupción a todas las cabezas de las instituciones del Estado.


Mientras, la Cultura papea a dos carrillos: Hernández hace en Madrid un Tirso la mar de republicano (?), y en Barcelona, Gómez dirige un Verdi impregnado de republicanismo.