viernes, 31 de mayo de 2024

Gente de fiar


José Luis Mendílibar Etxebarría



Giancarlo Antognoni

Francisco Javier Gómez Izquierdo 


 En lo tocante a la contratación de entrenadores hay opiniones para todos los gustos. Los encargados de hacerlo en los grandes clubes no suelen tener demasiados miramientos y si se puede pagar a los que son reconocidos internacionalmente, reconocimiento que viene de los "másteres" que reparten los manejantes del negocio -prensa y "expertos" que ahora se llaman CEO o algo así- pues fichan a los Ancelotti, Guardiola, Klopp, Mourinho, etc.  con dineros del jefe o los jefes. Son los mejores y la verdad es que casi todo el mundo del fútbol así los considera.


        Al aficionado de ley no le sorprende que Tuchel, un poner, no cuaje en el Bayern o que este mismo Flick, ganalotodo en Múnich precisamente, al que ha camelado Laporta se haya estrellado con la selección germana. Son cosas que pasan. Plantillas no idóneas, sistemas obsesivos, malas convivencias... El aficionado de ley que colecciona alegrías y disgustos en estadios menos rumbosos no suele poner ni quitar rey pero hay un tipo de entrenador al que daría el plácet si el encargado de contratar le preguntara. Émery, por ejemplo. Ahora ya no tiene misterio porque ha subido mucho en el escalafón, pero ficharlo cuando empezó en el Lorca de jugador y entrenador es mérito del Almería... y ¡por cierto! que el Valencia lo despidiera sin honor, cambiándolo por Pellegrino, una de tantas decisiones injustas y caprichosas de las que suelen hacer uso por aquélla tierra.


      ¡Mira que se enrolla uno! En realidad, yo me he puesto ante el teclado para hablar bien de Mendilíbar, de quien si me preguntara cualquier CEO de ésos, le diría, "fíchelo". Usted le oye hablar y se fía de él. Usted se fía porque los tipos legales no necesitan decir que lo son y que si patatín y patatán. Le cae bien porque no gasta pamplinas ni gramáticas pardas. Su sistema es sencillo y de fácil comprensión para los buenos futbolistas y para los más limitados técnicamente. A Mendilíbar, siempre en equipos de infantes y zapadores, le han empezado a llamar clubes digamos de ingenieros con pretensiones de aviadores y con esa simple máxima de la ortodoxia balompédica de subir el balón por la banda y centrar desde el extremo ha conseguido dos campeonatos europeos seguidos: Europa league y Conference. Éste de la Conference tras centro de Santiago Hezze y testarazo del sorprendente goleador El Kaabi. Me hubiera gustado que el centrador hubiera sido Quini, el lateral de Fernán Núñez del que un paisano suyo me contó que al abuelo lo quiso contratar el Real Madrid, pero Bernabéu fichó a Gento y el abuelo de Quini se quedó compuesto y sin novias. No sé si será tal como me lo contó el paisano pero a este Quini sí que lo fichó el Real Madrid, aunque luego de profesional anduvo varios años entre el Rayo y el Granada. En Olympiakos también anda Iborra, fue uno de los mejores en la final, y resulta otro tipo también de fiar. ..quiero acabar en el Levante, el club de su vida", dijo en la tele en plena euforia helena.


      Pues sí. Servidor quería que ganara Olympiakos. Por Mendílibar sobre todo. También por Quini y porque la Fiorentina saltó con camiseta "mu mamarracha", ¡a quién se le ocurre estos diseños tan horrorosos de los equipos! Parecía que iban sus jugadores de boda a una playa de Malibú. ¡La camiseta que vistió Antognoni, el chico que jugaba mirando a las estrellas! 

Muro de las democracias



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Ruidajera liberalia en Madrid porque Pedro Sánchez ha tenido el valor de escenificar en un Pleno del Congreso la ignominia democrática que supone un Banco Azul en el Parlamento (que no lo es).


¡Sánchez ordena a Armengol que quite la palabra a Feijoo! ¿Adónde iremos a parar?


Vamos a parar al 78, cuyos constituyentes aceptaron (¿qué no aceptó aquella pobre gente?) el Banco Azul, cuya sola función es la intimidación. Sánchez, el Ejecutivo, da órdenes a Armengol, el Legislativo, porque puede, pues carece de control político, exactamente igual que pudieron hacer Suárez, Calvo-Sotelo, González, Aznar, Zapatero y Rajoy. Lo que pasa es que, en la cosa de la democracia política, nuestros liberalios (periodistas, profesores, juristas) son la apoteosis de la calabaza, y les ha llevado medio siglo caerse del guindo, lo cual no quita que muchos Popeyes del trinconeo sigan dándole al bote de espinacas sanchismo-trumpismo-putinismo (todo vale para el convento, decía el fraile, y llevaba una lumi al hombro), animados por Ursula von der Leyen, Rosie, a quien nadie votó, pero que trae un “Escudo Europeo de la Democracia”, que consiste en “detectar y eliminar contenidos en línea de supuestos enemigos de las democracias” (?) en un continente que no ha conocido la democracia política, salvo en Francia y en el papel: la Constitución del 91, que no entró en vigor, y la del golpe del 58 de De Gaulle, que copió, mal, la americana del 87.


El Muro de las Democracias (?) que propone Rosie, la doctora que plagió su tesis, no va más allá de que Sánchez, el doctor que plagió su tesis, pueda marcarse con ella (con Rosie, no con la tesis) el “Mrs. Robinson” de “El graduado” y embaucar a los memos.


Rosie, la muralista, es Alemania, que ni siquiera tiene Constitución: anda por la vida política con una Ley Fundamental redactada por un nazi “embraguetao”, Theodor Maunz, a las órdenes de un ejército de ocupación. Y los países palmeros del Muro chapotean políticamente en el lodo primordial de otro alemán, Leibholz, cuyo Estado de Partidos es una elaboración contra la democracia representativa. “¡Derriben este muro!”, fue la admonición de Reagan a los soviets que todo demócrata, por sentido del ridículo, debería hacer ahora a Bruselas. Pero en el muro de Rosie los liberalios creen ver el “Pomerium”, o frontera sagrada, de Roma, cuya magia estudió un tercer alemán, Sloterdijk: nosotros somos sólo lo de dentro del “pomerium”; lo de fuera del “pomerium”, no es nuestro, pero nos pertenece, y para eso la Otan.


Desde un punto de vista liberalio, el muro de Rosie es el contramuro de Trump (y de Putin más Sánchez). En el desierto europeo (“el desierto crece, ay de aquél que alberga desiertos”), Rosie traza una frontera alrededor del monte Zugspitze: nadie debe cruzarla, excepto ella. Al tercer día toda la montaña humea, arde, tiembla, y sólo Rosie sube a la cima a recibir de no se sabe quién los diez mandamientos de la patocracia.


[Viernes, 24 de Mayo] 

Lozanada mansa y descastada para Luque, Galván y Hernández, con la sobresaliente actuación de Jabato Hijo, protestada por "los del fútbol". Márquez & Moore

 



JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Hoy se dio un interesante dilema en Las Ventas. Fue durante la lidia del segundo de la tarde, Afanosito, número 15, colorado, bragado, meano, girón y manso como un palomo. El bicho, atendiendo a sus inclinaciones no tenía mucho interés en los capotes en general y en ninguno de los estímulos que se le ofrecían, en particular. Su tendencia era hacia los chiqueros de donde había salido y por donde, acaso, él pensaba que podría retornar a los añorados predios de Urda, de donde le habían sacado a base de trácalas unos días antes. Se para el toro plantado en el tercio y ve evolucionar ante él a un hombre subido en un caballo que le invita a acudir al cite, pero él no tiene interés en ese cite y mira aquello desde la cautelosa distancia que su prudencia le dicta. Entonces el hombre, que se llama Javier García y a quién apodan «Jabato hijo», «Jabato», hijo de «Jabato», mete la espuela en su cabalgadura e ignorando esos dos círculos de tiza que hay pintados en la tierra se va a la jurisdicción del toro, a buscarle donde más pesan los toros, abandonando el confort de la proximidad a los tableros. El toro, al ver invadido su espacio, se abalanza, ahora sí, hacia la caballería, mientras «Jabato hijo» le coloca la acerada puya en el espaldar y el toro se la trata de quitar echando la cara arriba cobarde y violentamente y casi echando de su montura al picador, que se agarrra y consigue mantenerse en su posición, tratando de tapar la salida al cabestro. Y luego, por segunda vez, vuelve el picador a partir desde el habitual guarecimiento hacia la zona menos confortable, pasando de nuevo por encima de las rayas blancas para colocar el número dos de sus resueltos puyazos. Bravo por «Jabato», que nos trae la evocación de Charpa, los Trigo, Badila… de los grandes piqueros que salieron de la cobarde protección de las tablas a buscar al toro donde pesa, con el pecho del caballo por delante y la fe en la fuerza de su brazo manejando la vara de detener. Como es natural al pobre «Jabato» le llamaron de todo y le entonaron de manera harto injusta ese «¡qué malo eres!» los muchos ignorantes que confunden la Plaza de Toros con un campo de balompié, donde las rayas delimitan cosas realmente importantes para aquel juego. Vaya desde aquí un aplauso para el valiente picador.


Nos hace notar el inteligente aficionado J., al hilo de la suerte de varas, en cómo la ejecución de dicha suerte se va desplazando poco a poco de su lugar natural, que sería la divisoria entre los tendidos 7 y 8, la contraquerencia frente a chiqueros, hacia el 9, llegándose a picar, como hoy ha pasado, a la altura del burladero del 9, sin que se observe el más mínimo gesto por parte del alguacilillo ni de la alguacililla por corregir ese desafuero. Verdaderamente se ignora para qué están por allí esos dos «Felipes segundos pintados por Velázquez» (Foxá) en el callejón, porque ya sólo se les ve de utilidad en lo de entregar las orejas y en su tristísimo, lánguido paseo a caballo anterior al inicio del festejo.


El manso Afanosito y los otros cinco mansos que le acompañaron esta tarde en su particular exhibición del patente fracaso de sus ganaderos llevaban marcados a fuego en la nalga derecha los hierros de El Cortijillo (el primero y el segundo) y de Alcurrucén (el resto) La manifiesta condición blanda y cenagosa del primer Cortijillo le granjeó el honor de contemplar el pañuelo verde, que sirvió para que saliese un sobrero atanasio de Juan Manuel Criado, que derribó a base de riñones y de manera muy espectacular a Israel de Pedro, que quedó atrapado bajo el peso del penco y sus múltiples arreos durante unos segundos que se hicieron eternos, con el toro rondando muy cerca del hombre, dando lugar a un quite a cuerpo limpio de Juan Carlos Rey. Mansedumbre y descaste serían las principales notas del encierro que mandaron a Madrid los señores Lozano, que llevan ya más tiempo del deseable sin dar una, y eso que parecía que tenían la ganadería en la mano, pero la experiencia de los últimos años apunta más bien a que la cosa se les ha ido de madre y sin embargo no cesamos de verla anunciada en La Monumental. He ahí otra vacada que debería ser puesta en cuarentena por un tiempo.


Para vérselas con las prendas toledanas seleccionadas por el veedor, habían contratado a Daniel Luque y a Víctor Hernández, y como se cayó del cartel Manzanares, que no me extraña visto lo visto el pasado 16 de mayo, se trajeron a David Galván con lo que el cartel ganaba en interés, aunque imaginamos que a Hernández le habría hecho más ilusión que la alternativa se la diera Manzanares mejor que Luque, que a fin de cuentas si él estaba en ese cartel era para que Manzanares no tuviera que matar el primero de la tarde.


Por orden de antigüedad hablaremos primeramente de Luque, de verde hoja de cafeto y oro, que vino a interpretar su enésima función de «La ciudad no es para mí», Pedro Lazaga, 1966, y donde pone ciudad léase Madrid, que este hombre es víctima del síndrome de Emilio (Temple) Muñoz, que consiste en irse de Las Ventas con las manos vacías una y otra vez, año tras año, como dice el aficionado A. No pasa nada, porque los mercenarios de la pluma nos lo volverán a colocar como figura emergente otra vez más o las que haga falta, y aquí volverá a estar el año próximo, que cumplirá 15 años de alternativa, o acaso en la Feria de Otoño. De su encuentro con su primero nada hay reseñable, salvo que tras su catálogo de ventajillas y descoloque optó por un final de arrimón que llegó al corazón de los más impresionables y que Luque exprimió ese arrimón todo lo que pudo y lo mismo, si llega a matar bien, hasta le hubieran pedido una orejilla de esas muy baratas que se piden ahora. A su segundo le picó «Jabato», que estaba haciendo de puerta, o sea que se picó los dos del lote. La verdad es que con el semoviente llamado Herrerito, número 27, la mejor opción hubiera sido la de salir con el estoque de verdad, haberse doblado con él y haberle despenado ipso-facto. Luque intentó echar a andar su tauromaquia luquesina y en seguida se dio cuenta de que nada había que rascar allí, por lo que tras pinchar al bicho, le dejó una estocada cualquiera que puso punto final al paso del de Gerena por la Feria.


David Galván compuso en su primer manso una faena de altibajos en la que se explaya en unos naturales y se recrea en pases de trinchera muy estéticos y poncinas de largo trazo en el epílogo de la faena. El toro no tenía cuajo ni presencia para Madrid y Galván trató de sacar de él lo que buenamente pudo. Hubo gentes que estimaron que aquello merecía una oreja y la pidieron, pero don José María Fernández Egea se puso del lado del prestigio de la Plaza y, con buen criterio, la denegó. Mejor la vuelta al ruedo que una oreja protestada. Su segundo fue Catalino, número 206, más incierto que el primero, con el que Galván se creció no queriendo que se le escapase la ocasión de dejar su buena impronta en Madrid y dejó unos momentos de muy buen son en los naturales sacados de uno en uno. Su buena colocación y su mando hacen ver que Galván está en un óptimo momento. Con esos mimbres labra ante el manso una faena de mérito, con los consiguientes altibajos otra vez, hasta que éste se raja. El conjunto de su actuación es positivo y Galván no pierde cartel tras esta tarde tan desabrida.


Y Hernández, que se las vio con el cinqueño de Criado Holgado que tenía sus dificultades, sobre todo lo que le costaba arrancarse, y ante el cual dio una impresión de madurez, dejando algunos naturales de buen trazo y la sensación de tener la cabeza amueblada. Pongamos el defecto de lo largo del trasteo, de no ver cuándo es el momento de acabar y terminar recibiendo un aviso cuando ya todo el pescado estaba vendido y el toro ya había dicho que con él ya no contasen más para nada. Su segundo tenía menos teclas que tocar y por eso brilló más la excelente disposición del torero, de nuevo su mano izquierda vuelve a relucir, así como la estocada hasta los gavilanes que tiró al toro sin puntilla y puso punto final a la faena que, de nuevo volvió a ser más larga de lo que dictaba la prudencia, como lo prueba el aviso que recibió, y a la corrida.





El birlibirloque de cada día






ANDREW MOORE
















FIN

Viernes, 31 de Mayo

 


Valle de Esteban

Rojo, impar y pasa

jueves, 30 de mayo de 2024

Hughes. Desde el Paseo de la Habana hasta la Castellana




Hughes


El Bernabéu, tras la reforma, se ha convertido en un lugar de conciertos y eventos, un Wembley madrileño. Ya no es sólo el centro deportivo de la ciudad, es también su centro cultural —además de espiritual—. El club obtiene con ello unos importantísimos ingresos que han de hacer posible su futuro como club independiente.


Esto tiene un impacto urbanístico y vecinal y es aquí donde la cosa adquiere relieve porque el Madrid, que ha vencido a las grandes potencias del futbol, a los jeques, jerarcas y oligarcas,  a las grandes ligas y hasta a la UEFA, topa ahora con la última frontera, los últimos enemigos: la izquierda madrileña y una alianza de antimadridistas de los medios y wokes de Más Madrid (pero menos Real Madrid) contra el tycoon Floren, agarrados a disquisiciones urbanísticas sobre un parking y, sobre todo, a la última ratio, el ruido del Bernabéu, el fascismo sónico.


Se trataría del malestar de unos vecinos, pero se sospecha que de fondo haya también antimadridismo, el odio inextinguible, una fuerza oscura que de España se expande por el planeta. El antimadridismo, que ha tenido muchas caras, ya no descansa en Messi ni en el Cholo ni en el City, sino en el vecino de Chamartín que se queja del ruido. El descanso de este señor es ahora todo para ellos. Es su héroe.


El antimadridismo de todo el planeta ha hecho de este hombre auditivamente sensible su causa unificadora. Los ideologizados teóricos de «nuestros barrios» van ahora al barrio de Chamartín para extender allí sus protestas. Se quejan de la brutalidad sónica de un estadio blindado con su techo-escudo-domo.


Esto ya lo anticipó Segurola (ínclito Segurola, e ínclito es una palabra «deportiva» gracias a José María García) que se quejó del estadio como periodista pero sobre todo como vecino. Ah, un pisito en Chamartín… ¡cómo rentó el tiquitaca!


Frente a ello tenemos los argumentos contrarios, los del madridismo, que parten de una afirmación curiosa, muy tajante y hasta cierto punto intransigente: el Estadio estuvo antes. Esgrimen un derecho original sobre el territorio, y los argumentos suenan extrañamente familiares.


El Bernabéu, defienden, está allí desde antes de que llegaran los vecinos e incluso Segurola. El estadio preexiste y es lo primero. Tras unos años en los que el pueblo madridista anduvo disperso y conoció el exilio en campos como el de O’ Donnell, el Madrid se refundó allí, en Tierra de Chamartín, por el patriarca Bernabéu y el patriarca Di Stéfano. Entonces no había nada y surgió el Estadio, que hasta confundió su nombre con el del lugar, y los que llegaron después, los asentamientos de Chamartín, carecen del derecho sobre la tierra, sin perjuicio de que lo tengan sobre sus concretas viviendas (eso sí, con condiciones).


El Bernabéu no es sólo el Bernabéu, no es sólo el estadio, sino que iría, en realidad, más allá, como mínimo desde Paseo de la Habana hasta la Castellana. Ese podría ser el lema: desde Paseo de la Habana hasta La Castellana todo es Bernabéu, sagrado territorio del pueblo madridista extendido por el mundo que tiene allí su origen, su templo y su lugar de peregrinación. Allí fue donde se reveló el Espíritu de las Remontadas, manifestado primeramente al profeta Juanito.


Los asentamientos chamartínicos quieren, en alianza con el progresismo surmadrileño, siempre sospechoso de alianza con el terrorismo informativo y el antimadridismo internacional, que cesé la explotación de los espectáculos sometiendo el desarrollo boombástico del Bernabéu a unos límites marcados en decibelios.


Esto supondría un retoque estético intolerable (quizás forrar el estadio de cajas de huevo) o reducir la dimensión de los espectáculos (música bajita, quizás cantautores).


Al Madrid, que cree haber cumplido con la legalidad y las ordenanzas, se le estaría limitando mucho su derecho a ser, a ser en el Mundo, como el resto de clubes que explotan soberanamente su estadio. Esto afectaría a su existencia. Ya no podría ser el club independiente del pueblo madridista, perdería a la larga su propiedad y su distinción, su ser uno y distinto frente al resto.


La queja del ruido, por tanto, encubre algo muy serio. Es mediante el ruido como se quiere constreñir el crecimiento del Madrid. Reducir a decibelios su impacto real, que es impacto  medible en Champions, en gloria, en gloribelios. Eso se quiere hacer mediante el drama humano del vecino que aspira a conquistar la opinión pública con un disfraz humanitario aunque se sospeche que de fondo late un ancestral antimadridismo, la creencia conspiranoica en que Florentino y su palco controlan entre bambalinas el mundo del fútbol y el urbanismo con su poder económico.


El Madrid, creen los madridistas y algunos pocos filomadridistas, tendría derecho a defenderse porque afronta una amenaza existencial para impedirle desarrollar su nueva forma económico-deportiva, la única que garantiza su viabilidad. Ha de reaccionar imponiendo sus derechos sobre el territorio: desde el Paseo de la Habana hasta La Castellana todo es Bernabéu, fue siempre Bernabéu y será siempre Bernabéu, la casa de los madridistas. Los asentamientos inmobiliarios en Chamartín tendrán que aceptarlo —piensan— o vender sus pisos y mudarse a los barrios sureños, donde podrían ser bien recibidos por una amalgama de antimadridistas, entusiastas democráticos de las ordenanzas y otros creyentes en la coránica ley del decibelio. Se sospecha, sin embargo, que ellos, en el fondo, no estarían muy conformes.


Leer en La Gaceta de la IberosferaLa Gaceta de la Iberosfera 

Ave Verum Corpus



 Ave Verum Corpus

 

Gustavo Bueno y el Corpus Christi


 

Mi familia era muy católica. Mi tía Ángeles era de la CEDA y he vivido siempre entre curas. En la adolescencia me dio por no ir a misa, y mi madre, que era aragonesa, me decía que hacía el ridículo si no iba. Y tenía razón. Entonces me las arreglé para coger el Tratado teológico-político de Spinoza, que está lleno de latinajos, de un armario cerrado con llave en el que lo guardaba mi padre junto a libros de Voltaire y Anatole France. Lo metí en un devocionario de mi tía y entonces en misa los domingos yo cogía el devocionario y me ponía a leer a Spinoza; y el notario, que estaba a mi lado, me miraba de reojo y le decía a mi padre: «Oye, tu hijo muy bien, va para cura». Yo siempre vi lo mismo, que la Iglesia heredó el derecho romano y la filosofía griega y les dio un impulso gigantesco que en cierto modo fue lo que hizo la transición de la Edad Media a la Edad Moderna. Esto lo digo yo en un libro con comentarios a unas conferencias de Ratzinger, ¡Dios salve la Razón! Yo a Ratzinger le seguía mucho, era un teólogo que sabía mucho, no como este Papa de ahora, que es otro cantar, pero yo no comparto la teología de Ratzinger, Dios no es racional. Confundirlo con la razón es absurdo. Me dediqué a sacar textos escolásticos donde dicen que Dios no es racional, que Dios no puede hacer silogismos. Dios directamente lo ve todo. Ahí citaba además una serie de nombres para quienes, tipo Draper, hablaban del conflicto ciencia-Iglesia, de la Iglesia como campeón de la superstición; el krausimo, en una palabra. Para negarlo citaba a Copérnico, que era canónigo y su obra fue apoyada por los papas, porque no veían ninguna contradicción con el pasaje de Josué en que paraba el sol, lo que demostraba que el sol estaba en movimiento. La enemistad de la Iglesia contra Copérnico y Galileo no fue por geocentrismo, sino por el atomismo, que sí planteaba dificultades para explicar el dogma de la transustanciación. La Iglesia desvió la atención con la astronomía porque temía mucho más el atomismo y la negación de la Eucaristía, del Corpus Christi, que es la esencia del catolicismo y que aquí por cierto se negó como si tal cosa. Un día el ministro Ordóñez dejó de considerar el Corpus Christi como fiesta obligatoria. Esto es la revolución, pensé, y no se han dado ni cuenta. Pues además de Copérnico estuvo Mendel con la teoría de la herencia, o el abate Lemaître, precursor de la teoría del big-bang. Todos curas. ¿Cómo que la iglesia catolica es enemiga de la ciencia? Ahora bien, en el siglo XIX la cosa cambia con el materialismo y el marxismo; ahí la Iglesia perdió francamente posiciones, porque se extendió completamente esta ideología, el darwinismo, la termodinámica, el origen del universo y el fin del mundo. Ahora todos los teóricos del big-bang, FleischmannHawking, empiezan sus libros contando un mito azteca. Que Dios vomitó el mundo y de la vomitina salió el sol y no sé qué. ¿Para qué me lo cuentas? ¿Para que veamos que eres más listo? En el fondo, siguen teniendo esa ideología. ¿Lo dejó Ratzinger por cuestión de fe? Yo creo que dudaba. Pero sencillamente estaba cansado, razones fisiológicas, y estaba al tanto de los enormes problemas de la Iglesia católica. La Iglesia estuvo bien en el poder, cuando las cruzadas.

Lectura completa  

Botijos de Juan Pedro, extraordinario criador de porcino, para Morante, que escurrió los bultos;Talavante, a quien Timi regaló otra oreja; y Aguado, con sus desmayos de marquesa. Márquez & Moore

 


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Aún me acuerdo, cuando la Plaza la llevaba Manolo Chopera, cuando los meapilas de a tanto alzado estaban con la monserga de que el toro ése de Madrid, tan grande, ese toro que no cabía en la muleta no servía, porque tal y cual, y las liebres por el mar, y por el monte, las sardinas.  Y es que el toro de Juampedro, tan bello, tan armónico, tan proporcionado, era el epítome del canon taurómaco. Y hoy echan en Madrid una tómbola de carne de Juanpedrirtis, con más años que la tana, más fuera de tipo que la Taylor Swift con cien arrobas, negación pura del trapío, que es parecerse a su origen, y aquí todo el mundo callado con que si el segundo se entrega o deja de entregarse, con que si el cuarto se viene a menos, con que si el sexto está justo de fuerza, por no decir que lo que en el día de hoy se anunció como «corrida de toros» fue una Pasarela Cibeles de gorduras mórbidas, de descaste, de mansedumbre y, lo que es peor, de idiotez supina y bovina.

 

No es que nos fuera a pillar de sorpresa la basura ganadera que este enésimo Juan Pedro nos tenía preparada, que ya no nos chupamos el dedo, y por eso es difícil enfadarse. Lo suyo, sabiendo lo que iba a pasar como lo sabíamos, hubiese sido no ir a los toros y haber echado la tarde en el aguaducho de Narváez degustando su exquisita agua de cebada, que nunca falla, pero una vez que se decide ir a Las Ventas, lo último es desesperarse por esa crónica del desastre anunciado que iba a ser, que fue, la corrida de Juan Pedro, en este caso don Juan Pedro Domecq Morenés, que cría con mucho mejor acierto gorrinos de pata negra que venden desde China, a Méjico, Australia, Singapur, Tailandia o el Caribe, herrados con la uve del Duque de Verragua, ya que por si algún despistado aún no se ha enterado aún, todo este mejunje de la «juampedritis», que decía mi añorado Juan Galacho, procede del ganado que, en mala hora, le compró al Duque de Veragua, a principios de 1930, Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio. Ya mismo digo que, si yo hubiera sido el Duque de Veragua, hubiera cogido mi Remington Nº 1  y no hubiera dejado un animal en pie, como hizo Buffalo Bill con los bisontes en Wyoming, pero el Duque fue blando, que a fin de cuentas a él lo que le gustaba eran los caballos, y vendió su hierro, su divisa, su antigüedad y sus animales a quien acabaría herrando cerdos porcinos y cerdos de lidia con esas señas, para desdoro eterno del ducado de Veragua, el marquesado de La Jamaica, el almirantazgo de la Mar Oceana y el Adelantamiento Mayor de las Indias.


La cosa es que, lo mismo que la familia de los Veragua es algo así como un ser mitológico que habita el Planeta de los Toros durante un siglo, a los Juampedro les pasa igual, que como todos se llaman de la misma forma, parece que un imponente ser de longevidad imperecedera llevase infernando en los genes ganaderos de esta casa desde un tiempo muy lejano. La cosa es que ahí hay cuatro o cinco generaciones que se llaman Juan Pedro, cada uno con su DNI y su NIF, dedicados a la cría de un subproducto del toro de lidia que nos llevamos tragando durante muchos más años de los que quisiéramos, porque su género es grato a ciertos toreros, a ciertas empresas y a ciertos apoderados, por lo poco que molestan. Ésa y no otra es la razón de que hoy se anunciasen con ese adefesio ganadero los renombrados Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y Pablo Aguado que, si tuvieran a su lado a gentes de bien y buenos aficionados, les habrían disuadido de poner sus nombres al lado de una de las más corrompidas vacadas de las que herbajan en España.


El caso es que se perpetró el innecesario cartel en el que todo estaba más visto que el TBO y la Plaza volvió a poner su cartel de «No hay billetes», para que se vaya enterando el pijo y cursi ese de Urtasun, y las gentes se aposentaron en sus localidades, duras como el pan de hace un mes, plenas de ilusión.


La primera bazofia de la tarde se llamó Valedor, número 206. A las siete y veinte minutos ya estaba Morante de la Puebla, tabaco de Virginia y oro, aprestándose a dar fin de él, sin hallar argumentos con los que avalar su cartel, su fama y los dineros que se embolsa. A este semoviente lo bregó de manera exquisita Curro Javier, pero la mayoría de los espectadores ni sabían quién era Curro Javier, ni les importaba un bledo lo referente a la lidia del bicho. Hay que ser justos con Morante y poner en relieve un molinete de aire abelmontado, Sevilla en Madrid, de un aire tan añejo que había que haberse leído varias veces el tomo III del Cossío para poder comprenderlo. Las gentes se enfadaron con la actuación de Morante, que no es torero de Madrid pero que tiene legión de partidarios, y a los más viejos del lugar nos dio lo mismo lo que hiciera, porque sabíamos bien a lo que venía. Cero sorpresa.


 Tras la muerte, hecha de cualquier manera, de Valedor, su sede fue ocupada inmediatamente por Trinador, número 94, otra bazofia que cayó en las manos de Alejandro Talavante, de blanco y oro, al que después de casi dieciocho años de alternativa no se le ocurre otra cosa mejor que empezar su faena de rodillas, como si viniese a presentarse. El bóvido, manso y áspero, calamocheaba lo suyo y Talavante ahí estaba, erre que erre, en un desesperante trasteo muy a menos en el que se iban apagando por igual las mechas del asqueroso del toro y del camaleónico torero. Cuando el pacense vio que nadie le echaba cuentas, se fue a por el estoque de verdad y le pegó al manso dos pinchazos y una estocada tendida y trasera con los que le mandó a los luceros,  junto a don Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio y don Cristóbal Colón Aguilera, XV Duque de Veragua.


La tercera negación de casta y bravura de la tarde se llamó Tamborilero, número 64. Su innecesaria lidia y su segura muerte le correspondieron a Pablo Aguado, de verde botella y oro. En este toro se quiso redimir Morante ante su parroquia y dejó un quite en el que brillaron dos verónicas de puro cuajo, no de las de Antoñete o de Julio Robles, más bien de Curro Puya, de gran arte, que serían a la postre lo mejor de la tarde. Réplica de Aguado en tono menor por chicuelinas, como si respondes a la 3ª de Mahler con la marcha turca, sonata n.º 11, de Mozart. Imposible pugna. Torero y bonito inicio de Aguado con pases de trinchera, molinete y cambio de manos y punto final, pues a partir de ahí la mansedumbre y el descaste del semoviente dieron al traste con las posibilidades de poder ver algo. Vaya desde aquí otro abrazo para el vigente Juan Pedro.


En la cuarta anomalía genética, Ollero, número 213, Morante se quiso quitar la espinita de la nada que había interpretado en su primero y, la verdad, es que preferimos a aquel iluminado que a este que se las da de trabajador y de aseado. El trasteo fue de quinta, sin nada que aportar, pero a la parte más pedestre de la afición la dejó satisfecha con sus «ganas de trabajar» y consiguió que no le montaran la bronca que le pegaron en su primero.


El mastodonte de 672 kilos (¡Choperaaaaaaa, el toro grandeeeeeee no sirveeeeee!), fuera de cualquier baremo de la juampedritis le cayó a Talavante. Fue este mamotreto un bobo de solemnidad, tonto embestidor y falto de la más mínima inteligencia, que le das un  boli y un boleto de la Primitiva y no sabría dónde poner las equis, pero tiene la virtud, tan admirada por cierto estamento taurino, de que no da problemas y repite las embestidas incesantemente. Y ahí está el camaleón dispuesto a crear una faena, en este caso con aire a Enrique Ponce, ayuna de compromiso, de verdad y de sinceridad. Talavante toreó más al público que al toro, y mira que el toro tenía poco que torear, y las gentes que con todo derecho habían acudido a un acto festivo y a la llamada de Morante, encontraron en la levedad de la propuesta de Talavante un clavo al que asirse para salvar su tarde. Y para los que vamos a los toros a ver torear, Talavante nos dejó con un palmo de narices, un sopapo en los morros, una nada ventajista y desairada en la que se aprovechó del estúpido ir y venir del cuadrúpedo sin dejar nada de enjundia que poder contar a los nietos. Le dieron una oreja como podían habérsela no dado, tras el infame bajonazo con el que se libró de la tómbola de carne, pero ahí estaba Timi, tan dispuesto siempre. Oreja y vuelta de nulo peso y menos valor. Ya van dos.


Y de final, el sexto desperdicio ganadero, Pasajero, número 62, al que Aguado dio unas verónicas ligeras, sin cuajo, muy de estos tiempos en que vivimos, que fueron jaleadas por la parroquia como si fueran algo. Aguado se quiso poner bonito, con su desmayo de a tanto alzado, pero en los planes de la birria colorada y ojo de perdiz que tenía enfrente, más feo que pegar a un Diputado,  no estaba la cosa de echar una mano a las gracietas de Aguado, a su esteticismo huero, a su impostado desmayo, a su lentitud no de mando sino de acompañamiento y a su impostura.


En el filme «El Padrino», Francis Ford Coppola, 1972, Vito Corleone dice a su hijo Michele: «El que venga a ti con una propuesta de acuerdo o de reunión, ése es el traidor». Pues aquí, lo mismo: «El que te proponga torear la de Juan Pedro, ése es el auténtico antitaurino».






ANDREW MOORE














FIN

Suecia


La hucha de Palme
"Dinero para los españoles"


Ignacio Ruiz Quintano
Abc


    De Cándido Méndez, el Largo de Badajoz, que veranea en Zahara con Wyoming, el gagman de los parados, se dice que quiso ser trabajador como de Juan Cruz Idígoras se decía que había querido ser torero, para escarnio de Bildu, que en su afán por desprenderse de su piel española ha cometido la españolada de prohibir los toros con una triquiñuela de pícaros del Alfarache.

   
 –Como Rajoy aburre, porque es previsible hasta cuando miente, no le pregunto nada sobre él. Pero le dejo que se explaye. Se admiten insultos.

    
Así (para que luego se queje Mou) le entró el periodismo global en español a Méndez, que desperdició la ocasión de insultar a Rajoy para liarse a insultar a la inteligencia.

    
Después de leer la trilogía “Millenium”, llega uno a la conclusión de que en Suecia no es oro todo lo que reluce.


    Ahí está, en un par de líneas, el vademéum del sindicalismo vertical español.

    
Los daños de Cecilia Giménez en el fresco de Borja son una broma al lado de los daños de Stieg Larsson en el fresco de Méndez, que pretende justificar ese gamberrismo garzonés de presentar a Suecia como dictadura fascista para acreditar a Ecuador como democracia burguesa.

    
Al subir la prima de riesgo, baja la expectativa progresista: el mito ya no es Suecia, sino Ecuador.

    
¿Y para esto, amigo Méndez, ogro en Madrid de las merluzas de Casa Hortensia y de lo huevos de Casa Sierra, tanto tabarrón de Bergman y tanta hucha de Palme?

    

Palme fue un socialdemócrata simple (valga la redundancia) que pasó a la Historia por pasar la hucha en las calles de Estocolmo con un cartel de “Dinero para los españoles”, modelo social, hasta hoy, de Méndez en España, pasando la hucha por el Presupuesto con el cartel de “Dinero para los sindicalistas”.


Agosto, 2012

miércoles, 29 de mayo de 2024

Pulido o el arte de la estafa


La tonta


Francisco Javier Gómez Izquierdo


           Me preguntaba antier un colega de ocupación -el funcionario de prisiones aprueba una oposición para quitarse del paro y tener un trabajo fijo; con los años se convierte en profesional- que quién fue el Truji que menté hace unos días y si él lo conoció. No sé por qué se me ocurrió cambiar de nombre a Fernando Pulido, un sujeto que ustedes pueden buscar en el yutú ése, poniendo "Fernando Pulido y Loco de la colina" y verlos a los dos de charla paseando por el patio de enfermería de la "prisión vieja" de Córdoba (la nueva se abrió en agosto del 2.000). En la vetusta grabación de aquel programa que se tituló "Cuerda de presos" se ve a Pulido ya mayor y hastiado, pero se le nota atento a la posible presencia de cualquier interno soplón que pudiera adivinar hasta sus pensamientos. Lo que no cree el espectador, usted mismo si busca el vídeo, es que ese señor flaco y medio "desbaratao" haya sido capaz de engañar a tantos como cuenta. Fernando Pulido engañó a más. A muchos más de los que presume ante Jesús Quintero y de modos que no caben en cabeza humana. Fernando Pulido, como los políticos del siglo, sabía que no era difícil engañar al prójimo muchas veces y que cuanto mayor fuera la disparatada propuesta, mas consideración y respeto conseguía el engañador.


        Los ordenanzas de las cárceles solían ser presos con buen comportamiento y si estos ya salían de permiso y estaban cerca de la condicional se les destinaba a carga y descarga, comunicaciones, oficinas de Régimen... que eran dependencias en las que se pisaba calle y era fácil la huida. Este Pulido, formidable amanuense de cualquier alfabeto y de los más sofisticados tipos de letra, así como escrupuloso falsificador de los más exigentes documentos, sobre todo de la Armada en la que no pasó de marinerito y de la que quiso ser almirante, estuvo de ordenanza de Régimen en el Puerto de Santamaría en vida de Franco y presume de sacar, previa falsificación de las órdenes judiciales ¡claro está!, a más de treinta presos de la cárcel. En el vídeo acusa "...a un maricón" (en los 90 aún se podía decir maricón sin escandalizar conciencias, incluso las más puras) por no sacarle junto "... a su querido", remata el ya anciano timador. Fernando Pulido se vestía de capitán de navío, se presentaba en el mejor hotel de las Canarias, decía que le destinaban como la máxima autoridad de las islas, enviaba unas nóminas disparatadas al director del importante banco al que se había presentado previamente con las pompas y solemnidades propias del cargo del que presumía y el director adelantaba "la panoja" de seis meses con serviles inclinaciones y sin la mínima vacilación. Pues así, esta suplantación tan estrambótica (tal que el obispo de Rojas en Belorado) muchas veces y en muchos lugares. En el tiempo de la grabación con el Loco de la Colina se averiguó para sus permisos una residencia que no fue otra que la de oficiales en Córdoba y es circunstancia que descubrió Rafael R. llevando unas garrafas de aceite al comedor de los militares. Lo vio bajando unas escaleras y el Pulido se echó el dedo a los labios para que el bueno de Rafael, montillano de ley, no lo delatara, pero Rafael se sintió en la obligación de avisar al suboficial que había en la entrada, del personaje que allí se alojaba. El sargento o similar casi denuncia a Rafael por difamación del no recuerdo qué clase de oficial y Rafael marchó riéndose por lo bajini con un "...coméroslo con patatas".


      Fernando Pulido nos consideraba a nosotros, los funcionarios de vigilancia, unos "pringaos". No nos lo decía a la cara, pero lo notábamos cuando ante cualquier disparate de tipo tan problemático exigía la presencia del Director, que era el que entendía "..mis sircustansias..". En el mundo "...sólo hay que tontos y luego otros musho más tontos de los que hay que aprovecharse", era retahíla que gustaba repetir y que a mí me viene cada dos por tres en estos tiempos de tantos Pulidos con títulos sin falsificar. Titulaciones legales de toda legalidad para las que ya no se precisa atuendos acordes a su categoría.

Los alienistas



Leopoldo María Panero

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Desde los locos 80 en que Leopoldo María Panero me remitía desde Mondragón sus folios para  el “Gente y aparte” de ABC (“El nido del cuco”, era su sección), no había leído uno tantas cosas sobre la locura como hoy, a propósito de un diputado pepero (jacobino, diría Cayetana) que dijo “vete al médico” al becario black Errejón, que pedía psiquiatras al sanchismo para luchar contra los suicidios de la pandemia.


    Para acabar con los curas, que se ocupan del alma, cambiaron el alma por la psique, y ahora tienen que contratar psiquiatras, que cobran el doble. De guía para ir del padre Ángel al profesor Rojas se ha ofrecido Errejón, que no es Churchill (para los nuevos: “el hombre que identificó mentalmente la noción de ser libre con la noción de ser inglés”) para defenderse de las pullas parlamentarias.


    Winston, está usted borracho –le dijo a Churchill en el 46 la laborista Bessie Braddock.
    

–Señora –replicó Churchill–, usted es fea, y yo mañana por la mañana estaré sobrio.
    

En la peluquería de Ferreras creen que el “vete al médico” del jacobino anónimo a Errejón es el mayor de los insultos a la Democracia, y tienen a sus cuzcos buscando al Zaratustra pepero que, al proferirlo, nos inoculó la locura a todos. ¡El ambiente no puede ser más Thomas Bernhard! Un relato de Bernhard, pero pasado por los Lindo.
    

Para Bernhard, la melancolía y el hastío son las características más acusadas del ser humano. Y marzo y abril, “los meses en los que fallecían la mayoría de los enfermos de pulmón”. Y en Salzburgo, “por su humedad, llueven los suicidas”, en el otoño, al comienzo del colegio.
    

La época de aprender y estudiar es, principalmente, una época de pensar en el suicidio, y quien lo niega, lo ha olvidado todo.
    

Errejón no olvida: está en la época de aprender y estudiar, y piensa en el suicidio, el único problema filosófico, visto por Camus. A Bernhard, que nada dice haber admirado más durante toda su vida que a los suicidas, sólo lo salva del suicidio su “desvergonzada curiosidad”.

Marzo, 2021 

Novilletes de "desafío ganadero", entre Guadairas del búfalo y Torrehandillas de la huerta, para Lalo, Pepe Luis y Chicharro, que dejó ganas de verlo con toros. Márquez & Moore



Chicharro


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


La verdad es que hay que agradecer a Plaza1 en general y al veedor Florencio en particular la elección de esta novillada de Guadaira como perfecto prólogo al juampedrerío de mañana, para que podamos ir abriendo boca. Y hay que ampliar el agradecimiento especialmente porque han conseguido elegir con mucho tiento lo más blandurri, lo más bobo y lo más inane de lo que hubiera en los predios sevillanos u onubenses de donde hayan traído el ganado. Como es público y notorio la ganadería de Guadaira está inscrita en la Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE) en el epígrafe 0142, explotación de otro ganado bovino y búfalos, y ya decimos desde ahora mismo que lo de los búfalos aquí no cuela porque para embarcar esta corrida no hizo falta un camión, ni siquiera una camioneta de mudanzas: bastó con una lata de sardinas. Y luego, resulta que la corrida no pasa entera, que hay que remendar el encierro con uno de Torrehandilla cuyo epígrafe CNAE es el 4631, comercio al por mayor de frutas y hortalizas, así que lo primero que pusieron fue una berenjena y después resulta que ese uno son dos, porque hubo que devolver al segundo y sustituirlo por una lechuga iceberg, y después, que no hay dos sin tres, se echó al averno al cuarto que fue sustituido por una berza, así que la tarde se quedó en lo que se viene llamando comúnmente un «desafío ganadero» entre los Guadaira del búfalo y los Torrehandilla de la huerta, aunque en realidad esas sean dos maneras de decir «Jandilla».


El año pasado se vieron en Madrid dos novilladas de Guadaira que se lidiaron completas y en las que se pusieron de manifiesto ciertas dificultades, nada insalvables, por parte del ganado. Mejor en conjunto la de abril, de menor interés la de otoño, pero muy lejos de la debacle ganadera de esta cálida tarde de mayo en la que Pepe Luis Cirujeda no se las ha visto con ninguno de los que su apoderado firmó, Lalo de María uno sí y uno no y Alejandro Chicharro es el único que ha tenido enfrente a los dos Guadaira que ajustó en su día su pool de apoderados, los señores don Raúl de Tomás, don Jesús González y don Daniel Torres.


Con la mano en el corazón diremos que el año pasado, cuando se presentó en Las Ventas el nimeño Lalo de María, pensamos que no le volveríamos a ver anunciado en Madrid, y cuál será nuestra sorpresa cuando le vemos hoy aparecer de nuevo en San Isidro, de nuevo excelentemente vestido, esta vez de azul pavo y oro, y manteniendo a su lado a ese buen torero y excelente estoqueador que fue José Antonio Campuzano, de quien recordamos su confirmación de manos de Luis Miguel Dominguín, cuya estatua en actitud de parar un taxi adorna el exterior de la Plaza de Toros. Campuzano sirve para mejorar al que se halle a su lado, y si no que se lo pregunten al Roca Rey de Campuzano vs. el Roca Rey de Roberto Domínguez, y ésa sería la parte óptima de Lalo de María, que se ha arrimado a un excelente árbol para cobijarse. La parte más oscura del joven diestro serían sus patentes carencias en cuanto a la colocación, al concepto y al objetivo de su toreo, abundando en la tosquedad de sus maneras y su falta de oficio frente a un noblón toro de Guadaira, su primero, que es donde se pudo apreciar algo en sus formas. Su segundo atendía por Duro, número 6, y debía ser duro de corazón o de mollera porque el pobre semoviente no podía ni con la penca del rabo por lo que, tras la pañolada de don Víctor Oliver, el novillo partió hacia el chiquero de irás y no volverás para que pudiera tener su ratito de vida pública otro Torrehandilla llamado Encapuchado, número 36, un jabonero que parecía sacado de un estercolero, con el que no había manera de ilusionarse ni lo más mínimo entre las caídas del bicho, las ganas de irse y la generalizada incomodidad que venía de la falta de un mínimo celo o de un atisbo de casta. En lo favorable de Lalo pondremos también que no le tocaron ningún aviso, que eso ya empieza a ser noticiable.


Pepe Luis Cirugeda, de Algeciras, se vino a su presentación en Madrid también muy bien vestido con un bonito terno verde mayo (RAL 6017) y oro, sin esos espantosos cabos blancos que ahora casi todos se ponen. Su primer jarrón de agua helada fue la expulsión hacia la muerte solitaria de Zahareño, número 24, para ser sustituido por Enemigo, número 8, un castaño de Torrehandilla al que picó Adrián Majada con buen son y de cuya brega se encargó David Adalid, al que el algecireño recibe de rodillas en los medios donde le dejó dos por delante, dos por detrás y uno de pecho ya puesto en pie. Luego, como tantas veces ocurre, la faena erguida ya no tuvo la intensidad de los compases iniciales y entre la sosería del toro y la descolocación del torero no consiguieron que la cosa levantase el vuelo. Luego vino un sainete con el estoque, el ya clásico aviso y el no menos clásico bajonazo. Su segundo atendía por Limosnero, número, 11, otro Torrehandilla que más bien parecía hermano del verraco ibérico que se exhibe en la sala XIV del Museo Arqueológico Nacional, que lleva ahí con la cabeza gacha en actitud de embestir desde hace 10 años, sin que haya persona capaz de sacarle un pase. David Adalid dejó un soberbio segundo par y esto es todo lo que se puede decir, salvo reseñar la torpeza de Cirugeda con el estoque.


Cuando Alejandro Chicharro abrió la Puerta Grande de Madrid nosotros estábamos en San Agustín del Guadalix en lo de 3 Puyazos disfrutando, o sea que hoy llegábamos intactos a nuestro encuentro con este torero de Miarflores de la Sierra, que se vino a la Monumental de malva y oro, también sin cabitos blancos. Vaya por delante lo malo que, por no variar, fue la pareja de cabras mansas y bobas que sorteó y ahí casi se podría acabar lo malo porque todo lo demás fue interesante. La primera raspa, que se tapaba un poco por la cara, se llamó Pernocto, número 48. Jesús Vicente ni picó ni rompió y luego, en el segundo tercio, fue un gusto ver la esmerada brega de Raúl Ruiz y los pares de Juan Carlos Rey. Inicia Chicharro su labor a pies juntos y luego, en su continuación de pierna arqueada y a la media altura, nos trajo el aroma de la personalísima faena de David Galván del otro día. Después, por la izquierda, comenzó a desgranar su faena aprovechando ese pitón que era el bueno. Torea despegadillo pero con gran claridad de ideas, con gusto y con personalidad y abrocha unos excelentes pases de pecho. Improvisa un pase por detrás en una inesperada acometida del novillo, ligándolo en seguida con el resto de la serie, maneja la tela con soltura y se queda colocado. Alarga la faena con las estúpidas manoletinas para dar lugar a que sonase el aviso y tras un pinchazo cobra una estocada que tira al toro. Bien por el Presidente no cediendo a la petición de oreja, que hace posible una vuelta al ruedo clamorosa, dada con gran torería.


Su segundo fue Jaquetón, número 34, con el que Leiro hizo de garbanzo negro en la excelente cuadrilla que se trajo Chicharro. A resaltar la esmerada brega de Juan Carlos Rey para tratar de mantener al bicho en pie y en la Plaza. El novillo era una birria de presentación y más soso que un acuario lleno de mejillones, por lo que todo el trabajo le tocó a Cirujeda, que tuvo que poner lo suyo y lo del toro para redondear la tarde. Comenzó con dos estatuarios y después elaboró una faena muy madura y muy sólida, con gran claridad de ideas, pensando en la cara del toro y exprimiendo hasta el límite la basura que le había tocado en suerte. De nuevo muy bien al natural, de uno en uno buscando siempre la posición y, finalmente, una serie con la derecha para rematar su trasteo a más con uno soberbio de pecho. Luego, media arriba, aviso y dos descabellos. Deja una excelente impresión y ganas de volver a verle.


La Empresa que tan solícitamente nos dejó el mano a mano del otro día, el de Cayetano y Ginés Marín, ya tendría que estar moviendo sus hilos para programar un mano a mano inmediatamente tras la Feria entre Jarocho y Alejandro Chicharro, con ganado de más fuelle que este de hoy.


Entre la ilusión que nos dio Chicharro y la grata visita del aficionado A., que abandonó su puesto en la Andanada 8 para echar la tarde con nosotros, casi ni echamos cuentas de la gayumbada que nos habían colocado y de las dos horas y media que se prolongó el festejo.





Lalo



ANDREW MOORE













FIN