Vladímir Bukovski
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En los estadios de Catar el público pide cerveza, no libertad, pues la libertad, como ignoran los ruiseñores de nuestra democracia liberal, sólo es, dicho por un sabio, “un producto cultural que cuesta mucho adquirirlo y muy poco perderlo”.
–La libertad pasó como una tormenta –acertó a decir Saint-Just.
A la caída de Gorbachov, un eximio liberalio, Pedro Schwartz, publicó un famoso “¡De rodillas, infelices!” contra los comunistas, dando por sentado que habían perdido la batalla de la Historia.
–En cuanto a predecir científicamente el futuro –escribía Schwartz– , recordaré una frase del campesino Jruschov: “El comunismo desaparecerá cuando los langostinos aprendan a silbar”.
Como sea que a los langostinos se los ha comido el sindicalismo vertical del 78, la predicción de Jruschov queda en el aire. No así el totalitarismo soviético, que se ha impuesto en todo el mundo. “¿Por qué la estética comunista de Malevich, Kandinsky y Klee, en lugar de ir al ostracismo donde reposa empolvada la obra marxista, se ha convertido en paradigma del arte capitalista?”, se pregunta el ensayista de Ateísmo estético. Y lo que pasó con la estética, ha pasado con la ética.
–Yo ya viví en tu futuro –fue la glosa con que nos sobrecogió Bukovski al hacer su paralelismo Urss / Ue: organizaciones creadas por coacción y gobernadas por una docena de personas no electas que se reúnen en secreto; un Parlamento que aprueba las decisiones del Politburó; el propósito de la Urss era liquidar las nacionalidades para crear una nueva identidad, y la corrupción creció de arriba abajo; los opositores son silenciados (gulag y ostracismo); no caben reformas. Única salida personal, la independencia: no aceptar lo que ellos planearon para ti, pues nunca te preguntaron si querías unirte.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Degenerando, contestaría Belmonte. Tocqueville, el Belmonte de la democracia, lo anticipó: la igualdad democrática produce dos tendencias: una lleva a los hombres a la independencia hasta la anarquía; otra los conduce, por un camino más largo, hacia la servidumbre. Dalmacio Negro asume que el “totalitarismo liberal” que genera la nueva servidumbre descrita por Tocqueville se practica, en nombre de la democracia sacralizada, en todos los países “libres”:
–El modelo, para describirlo con un trazo, sustituye el terror físico (“error” del estalinismo, según los socialistas humanistas) por el control moral y legal.
En esta España de pobres lo moral es Griñán, y lo legal, Irene Montero: reina la arbitrariedad legal, “pero los jefes ya no parecen tiranos, sino tutores”.
El repaso de Jruschov a Schwartz hace daño a la vista. Muray: de las grandes ideologías colectivistas sólo han caído los capítulos más ridículos (la dictadura del proletariado, en primer lugar). Mas al que bueyes ha perdido, cencerros se le antojan: oyes una bocina que avisa de que hay niebla y crees que los langostinos han aprendido a silbar.
[Martes, 22 de Noviembre]