Olga Rozanova
Tardo en decir quién es este pintor único en la historia del arte porque es un desconocido para las muchedumbres que recluyen la estética en los cuadrados, rectángulos, triángulos, trapecios y círculos de colores puros que vieron en sus textos infantiles de geometría. No otra cosa es el suprematismo, si a esos planos de color los unen o cruzan líneas rectas negras. Su creador lo confesó: «Yo no he inventado nada, sólo he sentido la noche dentro de mí y he percibido el nuevo tema que llamo suprematismo, una construcción de formas a partir de la nada». Y pintó la sociedad sin clases, la nada, con «el rostro del nuevo arte», o sea, el cuadrado: «Primer paso hacia la creación pura en el arte. Antes de él sólo había deformidades ingenuas y copias de la naturaleza». Mondrian lo comprendió.
Es natural que aquel místico de la geometría infantil, que creía haber dado la última palabra a la pintura con su «Cuadrado negro» de 1913, tardara cuatro años de investigación para darse cuenta de que la última pintura sería un «Cuadrado blanco sobre fondo blanco». Memorable hazaña realizada en 1917, y conservada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. La negritud del anarquismo todavía arrastraba la impureza de la lucha de clases. La totalidad de la inocencia, en una sociedad sin clases, estaba en un cuadrado inmaculado de emociones o sentimientos, donde el comunismo habría resuelto la tensión entre hombre y naturaleza.
Casimir Malevich, pues de él se trata, creó escuela. Sus seguidores ocuparon las academias de arte y cultura en el Estado leninista. Entre ellos Kandinsky. Rodchenko llevó el constructivismo a EE UU, Vladimir Tatlin lo aplicó a la escultura, el arquitecto Lissitzky (jefe del Parque de Cultura con Stalin) lo propagó en Europa, Alexandra Exter (asesora ministerial) inició el suprematismo tecnológico. La bella Olga Rozanova, antecedente de los Albers, Neuman y Rothko, murió demasiado joven en 1918. Gabo, creador de la escultura cinética, devino catedrático de Harvard y maestro de los Rieckey, Calder y Tinguely. Sin olvidar que Moholy-Nagy revolucionó en EE UU, con suprematismo, el arte de la fotografía y la filmación.
Antonio García-Trevijano