Hughes
Abc
Se ha criticado “Diarios de la cuarentena” por pretender traer risas al drama. Ojalá, que diría Camacho. Lo llamativo es su forzado y casi forzoso costumbrismo.
En “Cuéntame”, por ejemplo, TVE nos enseña cómo éramos, pero no puede haber costumbrismo donde todavía no hay una costumbre. Le han puesto tan pronto el espejo al español confinado que casi parece que TVE se adelanta y no cuenta lo que está pasando sino lo que debe pasar. Es una sitcom modelo, dicta costumbre. “Estáis siendo así”, nos dicen con mirada de hipnotizador. Así. ¡Así! El instrumento elegido, cómo no, es la comedia, el humor. El fracaso es total. ¿Cómo hacer un buen guion en tan poco tiempo? Parece una comedia instantánea de José Luis Moreno, unas matrimoniadas camufladas de modernez mediante camisetas, despertares malasañeros (mujer liberadísima) y desenfadados jóvenes de todas las edades.
Pero es un humor del que el propio humor huye espantado, quedando la actitud “humorosa”. Esto es muy visible en el número de Gorka Otxoa y Carlos Areces. No hay un átomo de humor, pero sabemos que están haciendo humor. ¿Por qué lo sabemos? Porque uno se calla (Areces) y se pone muy serio, como si no fuera la cosa con él. También sabemos que se trata de comedia cuando en otros momentos aparece ese cierto tono del hombre heterosexual atribulado, un poco tartamudo y tontorrón pero benigno en sus intenciones copulatorias. Ese hombre hecho arquetipo, que incluso nos habla en los anuncios: la voz cascadilla de joven socarrón de 45 años que nos recomienda un coche como si dijera “éntrale a esa piba, anda”. Por esos signos intuimos que debe de ser humor, pero lo oímos como oye un sordomudo.
Cuando en lo cómico no hay nada de humor, como aquí, ¿qué queda? Una especie de vacío, un polvillo, una actitud, algo que no debe pleitesía a ningún género, libre de toda atadura, y que se sitúa en el grado cero de la inteligencia (el personaje de estas comedias es siempre morón, y cada vez más), una especie de lobotomía sin emociones, ni dolor, ni ira, ni canto a la libertad perdida, en la que cualquier intención moral resulta solemne y por tanto rechazable. Esa comicidad sin humor ya es una forma de ser oficial. Es un lenguaje hegemónico. Los cómicos (hay miles censados) reflejan el zeitgeist español, son como nuevos curas. Superan al novelista, el novelista es pollavieja, es antiquísimo. Por tanto, ¿qué es humor aquí? Lo que no es serio. Es decir, casi todo. Cualquier individuo con actitudes lobotómicas y no solemnes es ya humor.
La serie cambia al final. Acaba con una salida luminosa al balcón. Música de guitarras. Los protagonistas abandonan la cueva platónica del hogar hacia la luz del aplauso comunitario. Después, al acabar, aparece otro programa (“Todos en casa”) que recoge videos de españoles confinados. Los videos tolerados (lo que no es bulo). Españoles entre cuatro paredes haciendo cosas, felices. Una voz en off los presenta. Usa el sonriente “nosotros” de las pelis del franquismo.