VIA CRUCIS DE GERARDO DIEGO
Decimoquinta Estación: JESÚS RESUCITA DE ENTRE LOS MUERTOS
¿Es de ingrávido sueño,
aire o magia refleja
este resplandor súbito,
esta erguida presencia?
Todo en torno se afirma,
se deslumbra, se ciega.
La piedra es más que nunca
piedra, gozosa piedra;
la humana piel confusa
de oscuros centinelas,
tañida del prodigio,
centellea evidencias,
y el alba, el alba tímida
tan mojada y tan tierna,
confirma de rubores
su inocencia perfecta.
Otra vez sobre el mundo
la Verdad se hace cierta,
cierta con certidumbre
transverberada, céntrica.
No el aire, no, ni el sueño
ni la magia espejean
este cuerpo armonioso
que fulgura y destella.
Las brisas le acarician,
la tierra le sustenta
y la luz que de él mana
le ciñe y le modela.
Pudiendo ser más leve
que plumas o humaredas,
humana, humildemente
pisa la hierba, y pesa,
y al goce del suavísimo
tacto, contacto, prenda,
invita -ábranse flores-
a las yemas incrédulas.
Resurrección. Oh gloria
taladrada y tan nuestra,
tan de hueso y de carne
firme, caliente, fresca.
Por Ti, Jesús, tan nuevo
hoy con tus cinco estrellas
que en cifra dibujada
tu caridad constelan,
por Ti, Señor, devuelto
a la luz que te estrecha,
al amor que te ciñe,
al aura que te besa,
por ti, todo nos canta,
oh divina certeza
para después del tiempo,
quieta ya primavera.
¿Es de ingrávido sueño,
aire o magia refleja
este resplandor súbito,
esta erguida presencia?
Todo en torno se afirma,
se deslumbra, se ciega.
La piedra es más que nunca
piedra, gozosa piedra;
la humana piel confusa
de oscuros centinelas,
tañida del prodigio,
centellea evidencias,
y el alba, el alba tímida
tan mojada y tan tierna,
confirma de rubores
su inocencia perfecta.
Otra vez sobre el mundo
la Verdad se hace cierta,
cierta con certidumbre
transverberada, céntrica.
No el aire, no, ni el sueño
ni la magia espejean
este cuerpo armonioso
que fulgura y destella.
Las brisas le acarician,
la tierra le sustenta
y la luz que de él mana
le ciñe y le modela.
Pudiendo ser más leve
que plumas o humaredas,
humana, humildemente
pisa la hierba, y pesa,
y al goce del suavísimo
tacto, contacto, prenda,
invita -ábranse flores-
a las yemas incrédulas.
Resurrección. Oh gloria
taladrada y tan nuestra,
tan de hueso y de carne
firme, caliente, fresca.
Por Ti, Jesús, tan nuevo
hoy con tus cinco estrellas
que en cifra dibujada
tu caridad constelan,
por Ti, Señor, devuelto
a la luz que te estrecha,
al amor que te ciñe,
al aura que te besa,
por ti, todo nos canta,
oh divina certeza
para después del tiempo,
quieta ya primavera.
Gerardo Diego