Solón de Atenas
Hughes
Abc
Cuando Irene Montero explicó que un juez podría juzgar una relación sexual sin testigos mediante las pruebas testificales sólo podía pensarse ya en la etimología. ¿Qué otro declarante puede haber si no hay testigo en la presunta relación sexual entre un hombre y una mujer? ¡El testiculus! En el origen latino de la palabra testículo está testigo, pues la gónada es testimonio, incluso, por qué no, «testimonia» de que lo que allí funge es varón y, por tanto, aunque acusado, el obligado a demostrar su inocencia, vulnerando uno de los pilares del derecho y de la civilizacion, eso que Montero y sus expertas van a repensar en tres mesas redondas.
El texto presentado por la ministra se está mirando como jurídico cuando es bajunamente político y busca volcar en trámite legislativo antes del 8-M el estado de opiniones de cuando el juicio de La Manada, frenesí al que se sumaron de forma unánime prensa y partidos, sobre todo un PSOE que ahora le disputa a Podemos, con pataditas bajo la mesa del Consejo de Ministros, la hegemonía feminista filtrando su impericia técnica y su brocha gorda. Para Iglesias los tecnicismos jurídicos también son machismo, conspiración «judeomachónica». Porque lo que está en juego, para empezar, es el feminismo de nueva generación. Recoger esa fruta cultural. Entre 15 y 35 años hay en España, según el INE, 5.233.384 mujeres. Serán muchos votos si cunde la idea (y cunde) de que el Estado puede lograr una igualdad que no sea ya jurídica, sino distinta.
Como ínfima política hay que interpretar este anteproyecto que es, además, una chapuza técnica que recoge delitos ya tipificados, relegisla el mediterráneo, reintegra, por ejemplo, el derogado despido por absentismo, confunde lo muy grave con lo menos grave, y espanta a jueces, fiscales y hasta a organizaciones feministas.
Hay que reconocer, eso sí, la habilidad de Montero para que la derecha se enredara en el eslogan «Borracha y sola», y la del PSOE para revelar, antes no, ahora sí, el delirio jurídico de Podemos. Se supo siempre, pero es ahora cuando al PSOE le interesa que sus innúmeros palmeros, ahora sí, antes no, lo pregonen.
La cuestión de fondo, las leyes auténticamente iliberales, ahí siguen, para que Vox y los lectores de Camille Paglia las cuestionen. Hace meses confesó Alfonso Guerra la inconstitucionalidad de la Ley de Violencia de Género y sigue donde estaba, en el limbo de los escándalos españoles. Todo son capas de cebolla, distracciones concéntricas, y mientras nos entretienen con esto avanza otra desigualdad, la territorial, progresiva y silenciosa como un coronavirus.
Hay que reconocer, eso sí, la habilidad de Montero para que la derecha se enredara en el eslogan «Borracha y sola», y la del PSOE para revelar, antes no, ahora sí, el delirio jurídico de Podemos. Se supo siempre, pero es ahora cuando al PSOE le interesa que sus innúmeros palmeros, ahora sí, antes no, lo pregonen.
La cuestión de fondo, las leyes auténticamente iliberales, ahí siguen, para que Vox y los lectores de Camille Paglia las cuestionen. Hace meses confesó Alfonso Guerra la inconstitucionalidad de la Ley de Violencia de Género y sigue donde estaba, en el limbo de los escándalos españoles. Todo son capas de cebolla, distracciones concéntricas, y mientras nos entretienen con esto avanza otra desigualdad, la territorial, progresiva y silenciosa como un coronavirus.