lunes, 11 de abril de 2016

Zidane el galo



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    A Zidane, que es argelino como salido de la película de Gillo Pontecorvo en la kasbah de Argel (película, por cierto, ideada por un futbolista, Yacef Saadi), los cronistas y los locutores le dicen El Galo, como sinónimo de El Francés. Mas no es lo mismo.

    –Todo franco fue gentilhombre y todo galo fue plebeyo, siendo los nobles descendientes de los francos –nos dice Boulainvilliers, historiador predilecto de la aristocracia francesa, que durante su último siglo, el XVIII, fomentó la fantasmagoría racial mediante la presentación imaginaria de la historia, al decir del abate Sieyes, que vendría a ser como el padre Ángel de la Revolución Francesa, sólo que en pobre.

    Apenas hace una semana el reinado de Zidane se presentaba tan oscuro como el de Witiza, y todo el mundo le decía El Galo. Ahora, y habiendo hecho el indio en las dos competiciones serias, puede ganar el doblete, con lo que Zidane vuelve a recibir tratamiento de Zizou, y la complejidad de su reinado no tendría parangón sino en el laberinto callejero de la kasbah en “La batalla de Argel”.
    
Por el prestigio del fútbol no conviene que Luis Enrique tenga dos tripletes, aunque sea con el truco de Messi. El primero se lo regaló Ancelotti; el segundo llevaba camino de regalárselo Zidane. Ahora la ley de la kasbah, el regateo, ha puesto el mes de mayo en su sitio, que es jugarse la existencia en un envite final, con Simeone como testigo.

    Simeone ha sido otra vez el mejor entrenador de la temporada, y sólo hay que imaginar dónde estarían hoy Luis Enrique y Zidane con la plantilla del Atlético y los arbitrajes en contra a lo Felix Brych.

    El Barcelona, que gracias a muchas cosas llevaba una marcha por la competición como la de los elefantes en “El libro de la selva”, se vino anímicamente abajo con la bola de Simeone en el sorteo de Champions. Le sentó como si a un corredor de maratón que ya se ve entrando solo a la meta le comunican que la carrera incluye tres vueltas al estadio.

    Simeone agota física y espiritualmente, sobre todo a un equipo acostumbrado, en España y en Europa, al sparring Paco Jémez, pues entre el “pacojemecismo” de Paco Jémez y el “pacojemecismo” de Arsene Wenger no hay ninguna diferencia. Tú te ves ahí, en el rondo, tuyamía, tuyamía, slalon, pum, golito, y otra vez tuyamía, tuyamía, diez puntos en la Liga, cuartos en Champions, y de pronto, Simeone, la mosca en la sopa, la batalla de infantería casa por casa, la pereza de Perico Fernández, qué manera de sudar, en Bangkok, contra el tailandés Muangsurin, qué manera de encajar.
    
Messi es todo el Barcelona (Neymar le hace las veces de oso de peluche), y contra el Madrid se le vio con la cabeza en otro sitio, que era en la eliminatoria con Simeone, que lleva la pelea al barro, y eso no hay equipo de estrellas que lo aguante.

    –¡Y de árbitro, Felix Brych!
    
Felix Brych anima, pero no te quita de correr. Y en el Barcelona ya no hay nadie para eso. Ni siquiera Piqué, incurso ahora en la disputa del materialismo histórico con Arbeloa. Tesis, Piqué. Antítesis, Arbeloa. Síntesis, la Órdiga. Así que, mientras los fantasmas culés pasan por la trituradora de Simeone, Zidane se planta el martes en el Bernabéu con posibilidades ciertas de ganar la Champions y la Liga, más lo que la justicia ordinaria dijera de la Copa, que completaría el triplete. Y con Pepe y Sergio Ramos, que con esos no hemos visto a Simeone.



 PEP Y ALEMANIA

    De lo que Julio César contaba de los germanos no vemos nada en el Bayern de Pep Guardiola, que se alegró levantando el meñique con el 2-0 del Wolfsburgo al Madrid, una derrota a la alemana, es decir, empujando a la carrera, como perdió siempre el Madrid en Alemania. Daba tanta rabia que luego Juanito le pisaba la oreja a Matthäus, y para la vuelta, en Madrid, nos reservábamos la épica, el espíritu de la colmena, el día de la marmota, las caras de Belmez, “Rusia, culpable”, no pasarán y toda esa ferralla retórica que hace del pipero una piola del madridismo andante. Cuánto mejor el Bayern de Pep que el Wolfsburgo de Schürrle. No hay gozo comparable al de despachar al Bayern tiquitaquero como Indiana Jones al “notas” que le sale al paso cortando pelos en el aire con la cimitarra.